Vivanco, L. Platón y el dilema de las cuatro pantallas
208 Revista de Artes y Humanidades UNICA, Volumen 24, Edición Especial 2023, pp. 201-214
Universidad Católica Cecilio Acosta – Maracaibo – Venezuela. ISSN: 1317-102X / e - ISSN: 2542-
3460
Sin embargo, la cuestión del cine, vista históricamente, nos muestra que desde un
principio se cuestionó esta incidencia ética del nuevo medio, y ello se hizo en mayor medida
que con otras artes, como la pintura o la escultura. Resultado de tal actitud es que, ya al
principio de la historia del cine, hubo producciones que trataron de mostrar ideas culturales,
políticas y sociales que hoy nos lucen cuestionables o reprobables, pero que estaban
presentadas de una manera estética de tan alta calidad, que obligaban a separar en el producto
su incidencia como producto moral y político y su incidencia como producto artístico
excelente.
Por otro lado, una de las relaciones que se empleó para interpretar o entender al cine
fue la de éste con el teatro. Ciertamente hay muchas relaciones entre ambos. Ambos ocurren
en un espacio especial. Ambos requieren de una ambientación especial, ambos emplean
actores, en ambos hay una trama, una argumentación. Sobre todo, en ambos se intenta
alcanzar una relación emocional con un público. También hay diferencias entre ambas clases
de artes, y quizá la más dramática o prosaica sea que el cine es mucho más productivo
económicamente como industria, que el teatro. Pero quizá la diferencia más importante entre
ambos es que el teatro es algo real: son dos personas de carne y hueso, humanos como uno,
que están representando una ficción; hay una relación con un público, tácita relación,
inaparente, casi insensible, pero ¿acaso no es así también con frecuencia nuestra relación con
lo divino y lo sobrenatural? Algunas veces, raras veces, los actores recurren al público, y éste
deja de ser esa inerte “cuarta pared” de la que hablaba Stanislavski. Algunas veces, el público
participa. Pero en general, el público es un espectador, a modo un poco de ese antiguo coro
griego que está en algunas obras de los grandes dramaturgos de la antigüedad helénica, y que
tiene como cometido comentar las acciones y orientar las preocupaciones de la trama.
En el cine no hay tal sutileza, no hay tal relación con un público sino de una manera
indirecta. Lo que vemos en la pantalla es una representación, pero, en cuanto a ser, no es algo
real, en el sentido de ser lo que allí se representa. El avión que vuela en la pantalla, el barco
que se hunde, la pareja que se besa, la montaña en el horizonte, etc. Nada de eso está allí.
Estuvo quizá en algún momento, pero como sabemos, la mayoría de lo que vemos en pantalla
está dentro de un estudio de cine, y pocas veces se emplean escenarios o lugares reales para
la acción. Y en todo caso, lo que veríamos no serían esos escenarios y lugares reales, sino la