César Camejo. Algunas anotaciones sobre el providencialismo de San Agustín
Revista de Artes y Humanidades UNICA 79
Existe, pues, una doble evidencia: el sentido cristiano de la historia es el único sentido que
existe de la historia; y la Revelación cristiana no es otra cosa que la revelación del sentido de
la historia. Digámoslo claramente: la historia es historia de salvación. El fin de la historia es
nuestra definitiva incorporación a Cristo, Eje de la historia. El sentido de la historia es la
Ciudad de Dios, y todo lo demás -que llamamos ''historia profana''-, es medio y función de
este fin. Lo temporal pasa, envejece, muere. Pero hay algo en la historia que no envejece, que
siempre crece y avanza: es el crecimiento en plenitud de la Ciudad de Dios.
En nuestros planteamientos modernos reconocemos a las realidades terrenas sustantividad
propia. ¿dónde queda aquí la propia autonomía de lo creado? Lo que nosotros llamamos ''bien
común'' San Agustín lo llamó ''pax temporalis''. En su modo de pensar, la paz o el orden de
una sociedad es tarea y empresa del hombre, no en cuanto cristiano, sino en cuanto hombre.
''Los bienes terrestres (...) siendo como son temporales, hemos de mirarlos como una tabla
en medio de las olas, que ni se abandona como un estorbo, ni se aferra uno a ella como si
fuera tierra firme, sino que se usa como un medio para llegar a la playa''.
Y es que no todas las preguntas del hombre moderno hallarán aquí solución. Para Agustín
existen únicamente dos tipos de hombre y de ciudades: el hombre en Cristo o sin él. Lo
humano, lo puramente humano no existe para él. Es cierto que reconoce las creaciones y
valores naturales del hombre, sus realizaciones sociales, artísticas y técnicas, pero la relación
que el hombre guarda con ellas nunca será ''profana'' o neutral, será buena o mala en cuanto
nacida del ''amor Dei'' o ''amor sui''.
El sentido de la historia, tal como lo entienden las ideologías, consiste en discernir el
supuesto curso fatal de las cosas y situarnos con relación a él de modo que nos favorezca.
Sin duda, tiene a su favor un estado del espíritu, una especie de sentimiento intelectual. Lo
que le interesa al ''yo'' es su propia supervivencia, su dominación y prosperidad. ''Colocarse
en el sentido de la historia'' es anticiparse a los resultados de la lucha por el poder.
Pero el cristianismo no pretende indicar qué Césares hay que adorar; para la fe, el sentido
de la historia consiste en explicar lo temporal por lo eterno, ya que lo temporal está hecho