Revista de Artes y Humanidades UNICA
Volumen 25 53 / Julio-Diciembre 2024, pp. 142-151
Universidad Católica Cecilio Acosta Maracaibo - Venezuela
ISSN: 1317-102X e ISSN: 2542-3460
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Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
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La luz que brota del ruido-ruina Espiritual del Mundo: Subjetividad y
Fraternidad Digital.
Un ensayo sobre fraternidad y (re)escritura
GUEVARA, Miguel Antonio
University of Oregon - Estados Unidos
Universidad Católica Cecilio Acosta - Venezuela
miguelan@uoregon.edu
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.14241764
Resumen
La pandemia aceleró la digitalización de las relaciones sociales. Posibilitado por el uso
masivo de las TICs que han configurado una nueva subjetividad. Diferentes comunidades
(culturales, políticas, recreativas, entre otras) ya contaban con espacios de socialización
digital que se han multiplicado por la pandemia. La articulación de estas comunidades ha
sido posible gracias a la subjetividad digital y sobre todo por las numerosas razones que
particularmente les hacen fraternizar. Estas comunidades digitales existen más allá de lo
institucional y oficial. Fraternizan porque comparten valores y objetivos (creativos y
organizativos, entre otros) que exceden sus propios intereses. Allí la fraternidad ha jugado
un papel fundamental. Aquí se habla de las comunidades de sentido que con la escritura han
tejido fraternidad digital, incluso sorteando diferencias políticas, culturales y geográficas,
creando espacios de tolerancia fuera de las lógicas de la socialización in situ y de la
sociedad de consumo.
Palabras clave: fraternidad, subjetividad, subjetividad digital, fraternidad digital, escritura.
Recibido: 16-05-2024 Aceptado: 09-07-2024
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Digital.
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The Light Emerging from the Noise-Ruins: Spiritual Decay of the World -
Subjectivity and Digital Fraternity
An Essay on Fraternity and (Re)Writing
Abstract
The pandemic accelerated the digitization of social relationships. Made possible by the
massive use of ICTs that have configured a new subjectivity. Different communities
(cultural, political, recreational, among others) already had spaces for digital socialization
that have multiplied due to the pandemic. The articulation of these communities has been
possible thanks to digital subjectivity and above all for the many reasons that they
fraternize. These digital communities exist beyond the institutional and official. They
fraternize because they share values and objectives (creative and organizational, among
others) that exceed their own interests. There the fraternity has played a fundamental role.
Here we speak of the communities of meaning that have woven digital fraternity with
writing, even overcoming political, cultural and geographical differences, creating spaces
of tolerance outside the logic of socialization in situ and of the consumer society.
Keywords: fraternity, subjectivity, digital subjectivity, digital fraternity, writing.
I
¿Qué es escribir?, nos dice la ensayista Summer Brennan que “escribir es
reescribir”
1
, ¿cuántas veces no hemos visto versiones de esta misma sentencia convertida
casi en un lugar común? En nuestro caso, es un lugar común de los buenos. Porque también
hay lugares comunes insoslayables y benéficos. Comencemos por ahí, por la escritura como
reescritura.
La reescritura es una insistencia sobre la palabra, sobre su capacidad para rehacer lo
que hemos dicho, para enmendar nuestros errores, pero también para mejorar nuestras
reflexiones y al mismo tiempo, nuestro vínculo con el mundo y con lo que nos rodea. La
reescritura puede entenderse, más allá de un ejercicio tedioso, como una manera de
rehacernos a nosotros mismos. La reescritura es también una forma de escritura y al mismo
1
Brennan, S. (19 de mayo de 2022). Essay Camp Day 5Part 1. [A Writer's Notebook]. Recuperado de
https://summerbrennan.substack.com/p/essay-camp-day-5part-1?s=r
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tiempo un lugar de encuentro entre quienes la practican. Escribir no es más que la
consciencia de reescritura, de saber que lo dicho o escrito no está completo sino que puede
modificarse.
En esta reflexión, pensamos en la escritura como una comunidad, no solo en lo
entendido de la escritura en tanto práctica o institución establecida por los sujetos que
forman parte del campo cultural al decir de Bourdieu, es decir, si bien la escritura en tanto
fenómeno forma parte de dicho grupo de sujetos e instituciones que detentan como oficio
las prácticas de escritura, publicación, circulación y legitimación de lo que se escribe, la
escritura es y ha sido más que eso. Desde luego, en estas páginas no nos referimos a la
escritura en esos términos. Nos referimos con especificidad a la escritura que crea
comunidades de sentido
2
, al tiempo en que partimos de nuestra propia experiencia como
sujetos de conocimiento
3
para apoyar nuestro discurso sobre la escritura y la fraternidad.
Una vez aclarado esto, digamos nuestro objetivo, suerte de hipótesis: los escritores,
las escritoras, el sujeto, la subjetividad escribiente, aún sin tenerlo consciente, son una
fraternidad. Es inevitable invocar a Antonio María Baggio a propósito de su planteamiento
de la fraternidad como principio olvidado, “…nacida como uno de los componentes del
tríptico revolucionario de 1789 en Francia, la fraternidad qued prontamente relegada y
ensombrecida por la encarnación histórica de las otras dos consignas que la acompañaban
inicialmente: la libertad y la igualdad”
4
.
2
Con comunidades de sentido nos referimos a talleres de escritura, colectivos y movimientos literarios,
sociedades de escritoras y escritores, clubes de escritura y todo grupo u organización que gire en torno a la
escritura, sobre todo aquellos en los que no media el dinero como eje central. Digamos, aquellas comunidades
culturales nacidas al calor del gusto por escribir y compartir lo que se escribe.
3
Aunque este texto está en tercera persona por razones obvias, quien escribe ha sido partícipe de numerosas
iniciativas escriturales, literarias y académicas durante gran parte de su vida, de forma que este texto se
posiciona desde la dimensión cualitativa que acepta al escribiente como subjetividad y al mismo tiempo como
fuente de saberes. No se refiere a una experiencia de escritura en específico en algún grupo o movimiento,
sino más bien a una síntesis de dichas experiencias en donde se entiende la escritura como subjetividad, como
una suerte de sentido común que puede ser entendido entre pares (académicos o no), sobre todo por sus
propias experiencias en espacios digitales.
4
Baggio, A. (2006). El principio olvidado: la fraternidad. Buenos Aires: Ciudad Nueva, pág. 5
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Las bases de nuestras sociedades, pretendidas modernas e ilustradas, están
construidas sobre aquella invocación, sin embargo, nos hemos olvidado de la última y las
dos primeras han sido socavadas en nuestras maltrechas democracias contemporáneas. Aún
en ese escenario, nos hemos permitido olvidar a la fraternidad. Con toda razón nuestras
libertades e igualdades han sido tan frágiles. El sostén, el hilo conductor que es la
hermandad, la sororidad, la unión sin mayores intereses que compartir un destino, no lo
incluimos en nuestra cartilla, en nuestra singladura, ¿a dónde hemos de llegar como
comunidad si desde el principio la brújula está incompleta? De modo que en busca de
reparar aquello, invocamos a la fraternidad y nos ponemos en diálogo con ella, al decir de
Pérez-Estévez, entablamos un diálogo existencial con su ausencia-presencia.
Habíamos dicho que escribir es reescribir. Agreguémosle que también escribir es
una forma de pensar, de organizar lo que pensamos. Pensar es una forma interior de
escritura, un juego de lenguaje, así como escribir es reescribir, pensar es repensar. Traemos
a colación escritura, escritores y fraternidad porque creemos que forman parte de una
misma dimensión. Sobre todo, en el presente, en donde la escritura ya no es un oficio
solitario, individual.
La literatura vía escritura ha pasado a convertirse en un conjunto de subjetividades y
fraternidades digitales unidas por la escritura y las numerosas comunidades digitales en la
red lo demuestran. Revistas, colectivos, eventos culturales y académicos, forman parte de
este nuevo campo cultural digital, postautónomo, al decir de Josefina Ludmer, ¿por qué?
Porque estos espacios no requieren de la intermediación institucional de ningún tipo sino
sobre todo el fraternizar de los sujetos, en plena expresión de sus subjetividades digitales en
la red
5
. Esta escritura, como es postautónoma, está más bien encaminada en una especie de
activismo. Como se ha dicho líneas arriba en la nota al pie, estos grupos de escritura, estas
fraternidades de escritura no son de naturaleza onerosa, son más bien, al decir de Foucault,
heterotopías, es decir, espacios fuera de lugar a lo establecido o contra espacios, veamos:
5
A propósito de las experiencias en comunidades de sentido literarias y de escritura, es importante mencionar
que se vive en ellas la experiencia de una suerte de espacio de tolerancia literario, en donde conviven sujetos
de diferentes tendencias e ideologías, que crean un espacio en donde es posible compartir fuera de las
acostumbradas polarizaciones políticas. He allí una gran potencia de la fraternidad de la escritura digital.
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No cabe duda de que esas ciudades, esos continentes, esos
planetas fueron concebidos en la cabeza de los hombres, o a
decir verdad en el intersticio de sus palabras, en la espesura de
sus relatos, o bien en el lugar sin lugar de sus sueños, en el vacío
de su corazón; me refiero, en suma, a la dulzura de las utopías.
6
En esas coordenadas es que entendemos la escritura como fraternidad digital. Como
espacios creados a contracorriente de los valores imperantes de individualidad y consumo.
Espacios en donde las subjetividades se encuentran para llenar esos “vacíos del corazn”,
espacios que en el compartir reparan a fuerza de fraternizar. En el ejercicio de fraternidad
mismo, ¿acaso tomar tiempo para leer a otro, la escritura del otro no es igual a escucharlo?,
¿no equivale al acto difícil de la escucha? ¿A un diálogo existencial?
II
En estos grupos en cuestión, la literatura, la escritura, sobre todo, ha pasado a
convertirse en una práctica comunitaria, en tejido social. Como se ha dicho, son
comunidades de sentido. Tejido social digital. Esto viene a demostrarnos cosas como que
en materia cultural el fin último nunca ha sido el libro, la lectura, la escritura por misma.
La finalidad siempre ha sido el tejido social, el crear comunidad, relaciones,
interrelaciones. Fraternizar. Crear fraternidad. Y, sobre todo, estas experiencias nos
enseñan que hay un discurso más allá del tecno pesimista, es decir, si bien la hegemonía de
lo digital en nuestra vida del presente trae sus problemas, también se presenta como un
espacio lleno de oportunidades, como un lugar para el encuentro entre diferentes tipos de
sujetos que, en este caso concreto, comparten el amor por la escritura
7
. Insistimos, la
escritura como fraternidad porque no hay mayor altruismo que la unión por el compartir
con la palabra (que no tiene precio o vale demasiado), en la era posindustrial, del
capitalismo tardío, de la racionalidad tecnológica y digital. En estos tiempos, establecer
6
Michel Foucault, "Topologías", Fractal n° 48, enero-marzo, 2008, año XII, volumen XII, pp. 39-40.
7
¿Cuántas participaciones a encuentros, charlas, compartires son posibles ahora incluso con las distancias
geográficas gracias a la tecnología?
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relaciones sociales que no estén basadas en el dinero, la producción desmedida o en el
consumo ya es una afrenta a una realidad preestablecida y asfixiante.
Porque en la escritura no hay mayores méritos sino compartir cierta marginalidad y
precariedad. Es allí en donde la palabra aparece y a través del compartir, del fraternizar, se
llenan los vacíos del corazón y la marginalidad y precariedad de estos tiempos se
transforman en vida en comunidad. Está el caso de los santos y ascetas, que no tenían otra
cosa que la palabra, no tenían más nada que compartir sino solo ellos y sus ideas, sus
palabras, sus reflexiones, sus rezos, oraciones y hasta sus silencios. Su revelación personal
que solo cobraba sentido en la fraternidad. En el compartir de su revelación. No hay
revelación ni autorrealización de la consciencia por medio de misma (Hegel) sino
superando el momento Fausto-hedonista, para así doblegar la ley del corazón propia y la de
los otros, para así dar lugar a un nuevo momento de eticidad, el reino de la virtud, el
caballero y la dama de la virtud, la diversidad de la virtud, la fraternidad, la sororidad de la
virtud.
De algún modo, la escritora, el escritor sabe que la vida está más allá de lo material
porque han entendido que no solo de pan vive el hombre-mujer. Aunque la escritura no
necesariamente es una vía hacia la espiritualidad, es importante aclararlo; tal vez en lo que
se parece a la espiritualidad es que el escribiente, la escribiente, le escribiente, necesitan
abstraerse del mundo en todos los sentidos y al mismo tiempo necesitan cierta renuncia.
Pero al volver del estado de escritura se vuelve con algo para compartir. La escritura no se
hace sino en la concreción del compartir lo escrito. En fraternizarlo-sororizarlo. Por eso es
que la escritura no es necesariamente una abstracción del mundo social, en donde se
fraterniza, sino más bien es una abstracción del ruido del mundo, de lo banal que reina en la
sociedad hipermediatizada del presente. A veces la vida se hace síntesis en aquellos
fenómenos y la experiencia vital queda sometida, sepultada entre el-ruido-como-ruina-
espiritual-del-mundo, expulsada de una posible experiencia de fraternidad. Porque no hay
que ser ingenuos. El celular, por ejemplo, es individual (uno para cada quien, el selfie) y
lleva a una experiencia individual, es un nuevo rosario, dice el filósofo surcoreano Byung-
Chul Han, conocido crítico de las nuevas tecnologías, pero un rosario, agregamos y
cuestionamos, no de la fraternidad-sororidad de la fe sino del credo sin dios del hombre
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contemporáneo dominado por el tecnofeudalismo y fanático de la tecnoreligión. Pero
también a través de esos dispositivos, el solo, la solitaria, puede conectarse con su
comunidad que tal vez le queda lejos geográficamente. El celular también como el rosario
es una interfaz con la divinidad y la comunidad, tal vez es lo que olvida Byung-Chul Han.
Ese es un ejemplo de cómo la comunidad digital está presente para el sujeto. Hay sus
contradicciones, como en todo. Contradicciones que deben convertirse más bien en fuente
de reflexión y meditación.
III
Decíamos que la fraternidad de la escritura sabe que no solo de pan se vive. Porque
se está seguro de que la vida no es solo materialidad sino sobre todo un compartir de
situaciones existenciales, de compartir asombro. Que hay en la fraternidad de la escritura
contradicciones, juegos y tensiones como en el resto de la sociedad y de las relaciones
grupales, sí, desde luego, dice Remedios Zafra que “…no tardamos en advertir que el
sistema cultural se vale hoy de una multitud de personas creativas desarticuladas
políticamente”
8
, es por dicha razón que la fraternidad-sororidad de la escritura en estos
tiempos de digitalidad es tan importante, porque articula lo desarticulado, une, como hemos
dicho, crea tejido social en donde está roto o ausente.
A propósito de la forma en que actúa la fraternidad digital, su modo fuera de la
lógica aceleracionista y de consumo, debemos decir que en el caso del reconocimiento
dentro de la comunidad opera a partir de la sola participación del sujeto, de los individuos
que participan en ella, la sola reciprocidad en el compartir del asombro, a través de sus
escrituras individuales hechas colectivas, comparten visiones, en algunos casos, visiones
nuevas de la vida (porque escribir es también como experiencia del sujeto una manera de
ser y estar en el mundo) tal vez inédita y en ese sentido hay ciertos reconocimientos que
valen, es otro tipo de mérito, no es uno basado en las desigualdades que cargamos a cuestas
desde hace tanto. Es el mérito de quien comparte su luz.
8
Zafra, R. (2017) El entusiasmo: Precariedad y trabajo creativo en la era digital. Edición digital.
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IV
Así como hay una fragilidad de los derechos en el presente, así como el “tríptico
revolucionario” ha sido socavado (olvidando a la fraternidad), es importante destacar que
también desde los Estados se ha aplicado una estrategia de infantilización de los sujetos.
Solo las instituciones son capaces de solucionar nuestros problemas e incluso elegir cuáles
son los “verdaderos” problemas. Entonces, toda voz que denuncia la necesidad del cuidado
de la Casa Común, al decir del Papa Francisco, es infantilizada, toda exigencia de derechos
es soslayada y se deja para después porque no hay tiempo. Esa estrategia de
infantilización ha contribuido a socavar nuestra libertad e igualdad. Parece que nacieron
heridos estos principios, como ya hemos dicho. Muy eurocéntrica esta tríada, dirán algunos,
pero, ¿cómo empezar el reclamo por los otros derechos si apenas los que se han alcanzado
o medio prefigurado, ya están heridos? Sin fraternidad no hay relaciones, no hay tejido
social, comunidad, por lo que la libertad y la igualdad no podrían ser posibles en una
realidad con aquella ausente. Tal vez por eso las libertades e igualdades no han sido tales a
lo largo de la historia de los estados modernos. Suerte de significantes vacíos.
Ese estado de las cosas tiene sentido al percibir el paradigma de nuestra era, es
decir, esa voluntad de avanzar como sea, la velocidad del progreso hoy posthumano. No
importa si hay rezagados. La estrategia de infantilización es un juego egoísta para que la
velocidad siga primando y así el progreso de la tecnoreligión siga su avance ecocida,
fraternicida. Sororicida. Si reclamamos por los cuidados de nuestra Casa Común, se nos
trata como a niños, dejémoslo para más tarde, no hay tiempo para esto, parece decir el
sistema, la economía esto, la economía esto otro. Cuando la economía debiera de ser, como
su nombre lo dicta, el cuidado de la casa, la administración virtuosa del oikos.
V
Decíamos que, en las comunidades de escritura, se pueden recoger hilos de una
fraternidad olvidada. Pero no solo en las comunidades de escritura, sino, sobre todo, en los
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colectivos, movimientos y agrupaciones culturales, académicas y políticas dedicadas a las
áreas culturales, artísticas, educativas y formativas; como decía Foucault, (en) esa dulzura
de las utopías. Eso no debe ser ninguna casualidad, porque sin caer en reduccionismos, se
trata del mismo tipo de sujeto, es decir, aquellos que se entienden, acuerdan y dirimen sus
diferencias en la comunidad discursiva, muy habermasiana a veces la fraternidad de la
palabra. Pero claro, repetimos, no se trata de un edén de relaciones por su puesto, sino de
un nuevo momento de eticidad amorosa, porque tienen sus contradicciones, pero insistimos
que el hecho de que no sean relaciones basadas en dinero, en el capital, ya es otra cosa. Está
fuera del sistema de relaciones de subjetividad que prima el valor material y eso ya es
suficiente. Estar fuera de la carrera de máxima velocidad por ser el más productivo es
salirse del molde. Es el gran acto revolucionario de este tiempo.
Tal vez lo único que falta a la fraternidad de la escritura, al decir de los filósofos
salvajes, es integrar a esa comunidad discursiva aquello que no es humano, lo que le
trasciende fuera de su entidad humana como centro de las cosas. Por eso es que aquella idea
de escribir sobre reescribir tiene sentido. Porque si al reescribir repensamos, es decir,
pasamos-de-nuevo-por-lo-dicho, reconsideramos, una idea aquí y allá puede ser otra, lo que
lleva de forma inevitable a cambiar alguno que otro aspecto de nuestras acciones.
Puede que un día de estos nos demos cuenta que falta gente en nuestras reuniones.
Eso es lo que podemos encontrar en la fraternidad-sororidad de la escritura. In situ, en los
proyectos personales, con los amigos y amigas. En la acción comunitaria para el cambio
político. En el acto mismo de fraternizar. En comunidad, en actividades fuera de los
ámbitos más cercanos. Incluso a nivel internacional en las relaciones digitales, a través de
correos electrónicos, de actividades, videollamadas, discusiones, la fundación y creación de
proyectos.
Como ya se ha dicho antes, cuando se habla de la fraternidad de la escritura en los
entornos digitales, no se trata de una singularidad mistificada, porque los creadores y
creadoras no dejan de ser personas con los defectos de cualquier otro ser humano, porque la
tecnología no deja de tener su aspecto negativo; no se trata mucho menos de mistificar a los
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escritores y escritoras y a la tecnología misma en sí, sino encontrar en ese parte, en las
respectivas expresiones de su subjetividad, lo fraterno, ver ese modelo de comunidad y
encontrarlo en otras relaciones sociales, reproducirlo, para así continuar con la tarea de
reescritura, de rehilar el tejido social, de reincorporar a la fraternidad al resto de situaciones
cotidianas y su potencial como activismo. Porque es a través de fraternizar-sororizar,
cuando salimos de la escritura del uno, del hablar solo del mundo al que se pertenece y
conoce. Tras el fraternizar conocemos el mundo del otro y borramos las fronteras para
comenzar a escribir-vivir más allá de nuestra propia realidad. Porque escribir no es más que
una metáfora de vivir y la reescritura del aprender a vivir de nuevo incorporando las
ausencias. En esa reescritura del uno por el todos es donde la fraternidad hace su trabajo.
Porque no es sino en el día a día, en esa reescritura de nuestras vidas, en donde vamos
reconfigurando nuestro propio destino como fraternidad-sororidad universal y absoluta,
como Casa Común.
REVISTA DE ARTES Y HUMANIDADES UNICA
Nº 53 Vol.25 2024 - 2 (Julio Diciembre)
Publicación en formato digital a cargo del Fondo Editorial de la
UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA. Maracaibo-Venezuela
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