Revista de Artes y Humanidades UNICA
Volumen 26 54 / Enero-junio 2025, pp. 36-53
Universidad Católica Cecilio Acosta Maracaibo - Venezuela
ISSN: 1317-102X e ISSN: 2542-3460
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Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Acción colectiva en contextos de fragilidad estatal (II)
LOMBARDI BOSCÁN, Diego
Docente e investigador
ORCID: https://orcid.org/0009-0006-8464-3696
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.15809674
Resumen
En el siguiente trabajo se analiza la acción colectiva en contextos de fragilidad estatal,
caracterizados por la debilidad institucional y la erosión de la cohesión social, lo que dificulta la
cooperación y genera dinámicas de fragmentación social. Se argumenta que, en estos escenarios,
la confianza interpersonal y el capital social dejan de ser consecuencias de la acción colectiva
protegida por el Estado y pasan a ser condiciones necesarias para su surgimiento. El artículo
examina distintas conceptualizaciones de la confianza, desde enfoques racionales (Hardin) hasta
perspectivas estructurales y culturales (Luhmann, Fukuyama), destacando su papel central en la
formación del capital social. Asimismo, se exploran las relaciones entre capital económico, capital
social y poder (Bourdieu), mostrando cómo la pérdida de capital económico reduce la capacidad
de acumular capital social y, por ende, de ejercer poder en contextos de debilidad estatal.
Finalmente, se presenta un modelo en el que la acumulación de confianza, dependiente de la
cantidad y calidad de las interacciones sociales es clave para sostener el capital social ante la
fragilidad institucional, distinguiendo distintos tipos y ámbitos de confianza relevantes para la
cooperación social.
Palabras clave: fragilidad estatal, acción colectiva, confianza, capital social, cohesión social
Recibido: 16-02-2025 Aceptado: 08-05-2025
Collective Action in Contexts of State Fragility (II)
Abstract
The following paper analyzes collective action in contexts of state fragility, characterized by weak
institutions and eroded social cohesion, which hinder cooperation and foster social fragmentation.
It argues that, in such settings, interpersonal trust and social capital shift from being outcomes of
state-protected collective action to necessary preconditions for its emergence. The article reviews
Lombardi, D. Acción colectiva en contextos de fragilidad estatal (II)
Revista de Artes y Humanidades UNICA 37
various conceptualizations of trust, from rational-choice approaches (Hardin) to structural and
cultural perspectives (Luhmann, Fukuyama), highlighting trust’s central role in the formation of
social capital. It also explores the relationships between economic capital, social capital, and power
(Bourdieu), showing how the loss of economic capital diminishes the ability to accumulate social
capital and exercise power in fragile states. Finally, the text proposes a model in which the
accumulation of trustdependent on the quantity and quality of social interactionsis key to
sustaining social capital amid institutional weakness, distinguishing different types and domains
of trust relevant for social cooperation.
Keywords: state fragility, collective action, trust, social capital, social cohesion
Introducción
En los contextos de fragilidad estatal la debilidad de las instituciones formales es una de
las características dominantes, y con ella la mayor dificultad que tiene el Estado para regular las
interacciones sociales. En dichos contextos la acción colectiva pasa a depender más de las
relaciones entre las personas, las cuales a su vez se basan en cierto nivel de cohesión social
existente.
Ahora bien, en dichos contextos de fragilidad estatal la cohesión social se erosiona, lo que,
junto a la debilidad de las instituciones formales, genera un círculo vicioso en el que la acción
colectiva se hace cada vez más difícil. Esto trae como consecuencia una sociedad más fragmentada
que, con un Estado con capacidades limitadas para ejercer sus funciones, termina atrapada en una
dinámica de “sobrevivencia del más apto”.
Paradójicamente, una de las variables claves para detener el circulo vicioso en el que ha
entrado la sociedad parte de las causas, a saber, la fragilidad del Estado. En contextos en los que
éste tiene cierta capacidad de actuar parte de su razón de ser es facilitar la cooperación entre los
ciudadanos a través del respeto a las normas, lo que permite que la confianza interpersonal, la
cohesión y el capital sociales sean más un resultado natural de la acción colectiva protegida por el
Estado que una condición necesaria. Sin embargo, en contextos en los que el Estado es frágil estas
variables pasan a ser sustitutas dejando de ser consecuencias y pasando a ser causas de la acción
colectiva.
Lo anterior lleva a una interrogante fundamental, ¿es posible lograr promover la acción
colectiva en contextos de fragilidad estatal? Lo que a su vez plantea preguntas adicionales con
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respecto a las variables que facilitan dicha acción colectiva: ¿qué condiciones se necesitan para
que exista cierto grado de cohesión social? ¿cómo logra una sociedad acumular mayores niveles
de Capital Social? Y, quizás más importante aún, en contexto de fragilidad estatal, ¿es posible
fortalecer la cohesión social?
Para responder a estas preguntas se partirá de un concepto fundamental y que es base
común del Capital Social y la Cohesión Social, a saber, la confianza. A partir de su definición se
identificarán los tipos de confianza para a partir de ahí determinar aquellas que tienen mayores
posibilidades de darse en contextos de fragilidad estatal. Por último, se incorporará el concepto de
reciprocidad como una posible causa de la cooperación entre individuos.
Una aproximación al concepto de Confianza como base del Capital Social
La confianza es una idea entrelazada a otros conceptos provenientes de las mismas ciencias
sociales, como son la cohesión social, el capital social, la solidaridad, entre otros. Por ejemplo, con
respecto al primero de estos, señala Cristián Cox (en Mardones. [et.al.], 2012) que las “actitudes
y conductas constitutivas de la cohesión social (sentimiento de pertenencia e identidad común,
tolerancia y respeto por otros individuos y culturas, confianza interpersonal e institucional,
cooperación cívica), por un lado, de un conjunto de instituciones que se juzga son pre-requisitos
de la cohesión social, por otro: sistemas de Welfare para compartir el riesgo y proveer protección;
mecanismos redistributivos (como impuestos) para fortalecer la igualdad o la igualdad de
oportunidades; y mecanismos de resolución de conflictos” (pág. 164). Como se puede ver en el
texto anterior, la confianza es uno entre muchos otros elementos que constituyen la cohesión
social.
En línea con lo anterior, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) señala que
“una primera noción cercana a la de cohesión es la de capital social, entendido como patrimonio
simbólico de la sociedad en términos de la capacidad de manejo de normas, redes y lazos sociales
de confianza, que permiten reforzar la acción colectiva y sentar bases de reciprocidad en el trato,
que se extienden progresivamente al conjunto de la sociedad” (2007, pág. 15). Así, la cohesión
social en parte es resultado de la existencia de cierto grado de capital social, y éste a su vez tiene
entre algunos de sus elementos constitutivos los “lazos sociales de confianza”; lo que lleva a una
pregunta de origen, ¿cómo nacen esos “lazos sociales de confianza”?
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Para responder a la interrogante anterior es preciso reconocer que existen distintas
perspectivas desde la que se aborda el concepto de confianza, lo que ha derivado en distintos
debates, siendo uno de ellos sobre los factores que se necesitan para que ésta tenga lugar. En este
sentido, Russell Hardin (2002), plantea la confianza como un cálculo estratégico fundamentado en
el interés individual. Según Hardin, la confianza se basa en la evaluación racional de los intereses
de los otros, donde un actor confía en otro solo si estima que las acciones de este último coinciden
con sus propios objetivos o beneficios. Esta perspectiva sugiere que la confianza es un proceso de
cooperación que surge cuando ambas partes perciben un interés mutuo en la interacción.
Por otro lado, Niklas Luhmann, en Trust and Power (1979), ofrece una interpretación
distinta al proponer que la confianza no es meramente un cálculo racional, sino un mecanismo
evolutivo esencial para reducir la incertidumbre y manejar la complejidad en la sociedad moderna.
Según Luhmann, la confianza permite que las interacciones sociales se desarrollen sin la necesidad
de una vigilancia constante, posibilitando la cooperación incluso en contextos donde la
información es incompleta o ambigua. Así, su enfoque subraya un fundamento estructural que
trasciende el interés individual.
El planteamiento de Luhmann es particularmente relevante en contextos de fragilidad
estatal, ya que estos tienden a ser sistemas complejos debido a que los mecanismos de regulación
formales son débiles (North et al., 2009; Ashraf & Lockhart, 2008). En este sentido señala que
"donde hay confianza, existen mayores posibilidades de experiencia y acción; se incrementa la
complejidad del sistema social y también el número de posibilidades que pueden reconciliarse con
su estructura, porque la confianza constituye una forma más efectiva de reducción de la
complejidad" (pág. 8). La confianza ayuda a reducir la complejidad, aumentando las posibilidades
de acción; lo contrario a esto es justamente parte de la trampa de la fragilidad estatal, dada la
complejidad del sistema al no haber confianza (o estar debilitada) las posibilidades de acción de
la sociedad civil se reducen.
Al igual que Luhmann, Francis Fukuyama (1995) se aleja de la visión individualista de la
confianza de Hardin al vincularla más a aspectos culturales, específicamente sostiene que la
confianza surge de normas y valores compartidos. En este sentido señala: La confianza es la
expectativa que surge dentro de una comunidad de comportamiento regular, honesto y
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cooperativo; basada en normas compartidas comúnmente por otros miembros de esa comunidad”
(Fukuyama, 1985. Pág. 26). En esta definición destacan dos aspectos fundamentales, las relaciones
recurrentes entre los miembros de la comunidad y la existencia de normas compartidas, lo que de
alguna manera circunscribe el ámbito de la confianza a las relaciones cercanas.
Este último aspecto, el foco de la confianza en las relaciones entre personas cercanas, trae
consigo un aspecto muy importante por abordar, a saber, cómo las interacciones recurrentes
basadas en normas y valores compartidos se traslada a la sociedad como un todo. Esta interrogante
apunta a un concepto abordado al inicio de esta sección, el Capital Social. En este sentido,
Fukuyama señala que el capital social es una capacidad que surge de la prevalencia de la
confianza en una sociedad o en ciertas partes de ella” (Fukuyama, 1985. Pág. 26). Así pues, en la
medida que las relaciones basadas en la confianza prevalecen en la sociedad, según el autor, es
que puede darse cierta acumulación de capital social.
Hasta este punto, hemos establecido el vínculo entre capital social y confianza, entendiendo
a esta última como un factor que contribuye a la constitución del primero. Además, se han
presentado diversas perspectivas sobre el concepto de confianza, abarcando un rango que va desde
su comprensión como un “cálculo racional” hasta enfoques más colectivistas, basados en teorías
evolutivas y culturales. Incluso existen enfoques que sostienen que la confianza se basa en la
percepción de la intención y disposición de los otros, influenciada por experiencias previas y un
historial de interacciones (Deutsch, 1979), o que requiere de una “disposición moral” orientada
hacia la reciprocidad y la benevolencia (Baier, 1994).
Dadas las posibilidades y limitaciones inherentes a la existencia de la confianza la cual
puede surgir desde un cálculo racional hasta una disposición moral o una herencia cultural,
resulta evidente su vínculo con el capital social. En particular, siguiendo la línea de Fukuyama, la
acumulación de confianza en una sociedad constituye un elemento esencial del capital social. Pero,
¿qué es el capital social?
Pierre Bourdieu (1986) identifica diferentes formas de capital y afirma: la estructura de
la distribución de los diferentes tipos y subtipos de capital en un momento dado representa la
estructura inmanente del mundo social” (pág. 280). En contextos de fragilidad estatal, esta
afirmación implica que la “estructura inmanente del mundo social” refleja una sociedad
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fragmentada en grupos con distintos niveles de capital, evidenciando las desigualdades y tensiones
entre ellos.
Según Bourdieu, existen tres tipos de capital. El primero es el capital económico, que se
define como aquel “inmediata y directamente convertible en dinero”. En segundo lugar, el capital
cultural, que el autor asocia con la “calificación académica”, derivada de las limitaciones y la
complejidad inherentes a la transmisión de la cultura. Por último, el capital social, que Bourdieu
describe como “el conjunto de los recursos actuales o potenciales vinculados a la posesión de una
red duradera de relaciones de conocimiento y reconocimiento mutuo, más o menos
institucionalizadas; o, en otras palabras, a la pertenencia a un grupo que proporciona a sus
miembros el respaldo del capital colectivo de la comunidad, una ‘credencial’ que les otorga
crédito en diversos sentidos” (pág. 286).
La relación entre estos tres tipos de capital es dinámica y compleja. No obstante, Bourdieu
señala que el capital económico es la “raíz” de los otros dos. Según el autor, “los diferentes tipos
de capital pueden derivarse del capital económico, pero solo al costo de un esfuerzo de
transformación más o menos grande” (p. 287). Con base en lo anterior, se puede afirmar que quien
posee capital económico tiene mayores posibilidades de fortalecer tanto su capital cultural como
su capital social, siendo este último de especial interés para el presente análisis. Esto se debe a que,
por un lado, el capital social establece un vínculo directo entre el capital económico y el Poder.
Por otro lado, la pérdida de capital económico debilita el capital social, lo que a su vez implica una
disminución en la capacidad de ejercer el Poder.
La dinámica entre capital económico, capital social y poder, aunque presente en muchas
sociedades, adquiere especial relevancia en contextos de fragilidad estatal, donde los mecanismos
institucionales formales para regular esta “transitividad” están debilitados o son inexistentes. En
estos casos, la ruta para adquirir Poder a partir del capital económico tiende a ser más directa. Por
otro lado, en sentido opuesto, a medida que los integrantes de la sociedad civil pierden poder
económico, también se reducen las probabilidades de acumular capital social, y por lo tanto Poder.
En base a lo anterior, si se considera que la confianza es uno de los elementos que
contribuyen a la acumulación de capital social en la sociedad; y si además se acepta que el capital
económico contribuye a la formación del primero, es posible definir el siguiente modelo:
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󰇛󰇜   󰇛󰇜
Donde:
CS: Capital Social
CE: Capital Económico
Conf_acum: Confianza acumulada
Y donde la “Confianza acumulada” es a su vez una función de las interacciones y las percepciones,
expresado de la siguiente manera:
󰇛󰇜󰇛󰇜

Donde:
It: Interacciones individuales en el tiempo t.
Pt: Percepciones individuales en el tiempo t.
w1, w2: Pesos que reflejan la importancia de las interacciones y percepciones en la
acumulación de confianza.
t: Período total considerado.
Para mantener el mismo nivel de capital social ante una pérdida de capital económico en
un sector de la sociedad, es necesario que se incremente la confianza acumulada. Esto, a su vez,
requiere un aumento en la cantidad de interacciones entre los individuos y/o una mejora en las
percepciones positivas sobre dichas interacciones. En otras palabras, la acumulación de confianza
en la sociedad depende tanto de un mayor número como de una mejor calidad de las interacciones
entre las personas.
Interacciones y reciprocidad, bases para la acumulación de Confianza
La sección anterior permitió establecer la relación entre la acumulación de confianza en la
sociedad y el Capital Social, específicamente la primera como una variable explicativa del
segundo. Asimismo, se planteó que la acumulación de confianza depende de la cantidad y calidad
de las interacciones entre las personas.
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Ahora bien, la Confianza puede ser de distinta naturaleza según la combinación de dos
factores: el tipo y el ámbito. En este sentido, Cea y Marinovic (2012) señalan con respecto a la
Confianza: “Nannestad le atribuye dos dimensiones principales. La primera distingue si la
confianza es racional o guiada por normas (normativa). La confianza racional o estratégica
supone la aplicación de la lógica y un análisis de causas y consecuencias, mientras que la
confianza normativa se refiere a lo que se considera apropiado. La segunda dimensión separa
entre la confianza generalizada y la particularizada. En un extremo se encuentra la confianza en
una persona específica en relación con un tema particular, y en el otro se puede considerar el
confiar en personas con las que no se tiene un vínculo o conocimiento previo, respecto de temas
no del todo especificados. (Cea y Marinovic (en Mardones. [et.al.], 2012), pág. 219)”.
A partir de lo anterior la confianza se puede clasificar de cuatro formas según la
combinación del tipo y el ámbito. A continuación, se presentan estas:
Tipo / Ámbito
Generalizada
Particularizada
Racional
I
II
Normativa
III
IV
Cada una de ellas se pueden definir de la siguiente manera:
“Racional Generalizada” es aquella que sostiene en gran medida los intercambios de
mercado, y que descansa en la presencia de instituciones efectivas, en las cuales se “confía”
protejan a las partes a forzando el cumplimiento de los acuerdos colectivos (por ejemplo,
las leyes).
“Racional Particularizada”, está vinculada al primero, solo que en este caso puede
argumentarse que su orientación va más hacia las transacciones privadas, en donde igual
que antes, el “confiar” que hay quien haga cumplir los acuerdos facilita la interacción (por
ejemplo, a través de forzar el cumplimiento de los contratos).
“Normativa – Generalizada” es aquella que parte de un precepto general como norma y el
cual se aplica de manera amplia, dicho precepto puede tener un componente religioso, por
ejemplo, o incluso una base más amplia como puede ser el amor o la fraternidad universal.
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“Normativa Particularizada” se puede argumentar que está asociada a la cercanía entre
las partes que intervienen, por ejemplo, miembros de una familia, de una comunidad
(normalmente pequeña), o algún otro tipo de agrupación que implica cierta cercanía (física
y/o afectiva).
Las cuatro formas de confianza mencionadas dependen en gran medida de cierto factor de
centralidad, así en la confianza “Racional Generalizada” el Estado tiene un rol fundamental, en
tanto que en la “Normativa Generalizada” pudiera argumentarse que las instituciones religiosas
o incluso las ideológicas cumplen ese rol centralizador. En cuanto a la confianza “Racional
Particularizada” esa centralidad se empieza a diluir, sin embargo, es posible encontrarla en
organizaciones de menor escala que la sociedad en general, como pudieran ser gremios,
corporaciones y empresas en general, u otro tipo de organización privada, en las que hay cierto
grado de centralidad. Por último, la confianza “Normativa Particularizada” por su naturaleza es
la que está mas alejada de cualquier centralidad, más allá de los “cabeza de familia” o incluso
líderes comunitarios.
En términos más concretos, y desde el punto de vista a la resolución de los problemas de
acción colectiva, “las soluciones centralizadas están tipificadas por el estado, mientras que las
descentralizadas se pueden caracterizar en torno a la comunidad; entendiendo por esta última,
un grupo de personas que (1) tienen creencias y valores comunes, (2) que sus relaciones son
directas y multifacética (many-sided), (3) y practican de forma generalizada y balanceada la
reciprocidad” (Michael Taylor en Cook y Levi, 1990). Así pues, si se dibuja un eje en el que se
caracterice el grado de centralidad se podría ir desde el extremo de la comunidad (o familia) como
punto de una centralidad más inmediata (y por lo tanto más dispersa a nivel de la sociedad) al otro
extremo en el que el Estado es el punto central de mayor atracción.
La referencia anterior al eje Comunidad Estado en base al grado de centralidad se puede
asociar en primera instancia en el plano político al tipo de Gobierno, específicamente al eje
Democracia Autoritarismo. A su vez, en la medida que nos movemos a lo largo de dicho eje
desde el menor grado de centralidad al mayor grado de centralidad la capacidad del Estado se
vuelve un factor cada vez más relevante, por lo tanto en contextos en los que la centralidad tiende
a estar más cerca del Estado pero este a su vez tiene capacidades limitadas (o es frágil) es de esperar
Lombardi, D. Acción colectiva en contextos de fragilidad estatal (II)
Revista de Artes y Humanidades UNICA 45
que las interacciones sociales se encuentren en una especie de limbo, del cual solo se puede salir
a través de la recuperación de la capacidad estatal o por medio del fortalecimiento de la comunidad
como centralidad de la acción colectiva.
En otros términos, en la medida que el Estado pierde capacidad de actuar su centralidad
dentro del ámbito de las relaciones sociales se va perdiendo, y por lo tanto debe ser sustituido por
otros referentes, como pueden ser la comunidad, la familia, otras organizaciones intermedias, e
incluso organizaciones criminales. Este conjunto de formas alternativas de organización se agrupa
en lo que en términos amplios se denomina Sociedad Civil, y las acciones que ocurren dentro de
su marco derivan en la “vida civil”.
La “vida civil” es fundamentalmente relacional, se basa en el vínculo horizontal entre las
personas. Y a su vez, “la vida civil es en esencia un tema de reciprocidad. (…) la reciprocidad es,
al mismo tiempo, una y muchas; la sociedad civil florece si y cuando las diferentes formas de
reciprocidad se ven como complementarias en vez de competitivas o sustitutas unas de otras”
(Bruni, 2008). Así pues, la acumulación de confianza que lleva al incremento del Capital Social
depende en alguna medida de la manera como las personas se relacionan entre sí, y en ese sentido
la reciprocidad juega un papel clave.
Confianza, ¿causa o efecto?
Hasta este punto hemos planteado que el Capital Social depende del Capital Económico
disponible y de la acumulación de Confianza; y, con respecto a esta última, se señaló que depende
del número de interacciones repetidas entre los actores involucrados y la mejora de la percepción
entre estos. Esta última afirmación pudiera interpretarse como un aumento de la confianza entre
quienes participan en el intercambio, lo que llevaría el razonamiento seguido hasta acá a un círculo,
específicamente a la interrogante en torno a la Confianza como una consecuencia de las
interacciones sociales o a una causa de estas.
De acuerdo con Axelrod (1984) la confianza no es necesaria para que exista la cooperación,
basta con la “reciprocidad simple” para que esta emerja. Esta idea se basa en la estrategia “Tit for
Tat”, la cual “consiste en cooperar en el primer movimiento y luego hacer lo que el otro jugador
haya hecho en el movimiento anterior” (Axelrod & Hamilton, 1981). Este enfoque tienes dos
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implicaciones sobre nuestro modelo base, la primera es que las “Interacciones repetidas en el
tiempo” (It) es la única variable relevante (por lo tanto, w1 = 1); y, en segundo lugar, que es
necesaria la presencia de al menos un agente que esté dispuesto a cooperar primero (“dar el primer
paso”).
Con respecto al segundo elemento, la presencia de al menos un agente dispuesto a iniciar
la cooperación, Bruni (2008) señala que pueden existir distintos tipos de actores según su
disposición a cooperar; en este sentido señala cuatro tipos:
Los que Nunca cooperan (N);
Los que empiezan no cooperando, y luego solo cooperan con aquellos que cooperaron
primero (C);
Los que cooperan solo con los que cooperan con ellos, pero (a diferencia de C), empiezan
con un primer acto de cooperación (B),
Los que siempre cooperan (G).
Para explicar la interacción entre dos agentes se utilizará como herramienta analítica el
“Dilema del Prisionero”. Este modelo, que proviene del cuerpo teórico de la Teoría de Juegos,
ilustra cómo dos individuos racionales pueden tomar decisiones que resultan en un equilibrio
subóptimo debido a incentivos conflictivos. En el escenario clásico, dos prisioneros enfrentan
la posibilidad de colaborar mutuamente (guardar silencio) o traicionar al otro (confesar), con
recompensas y castigos estructurados de manera que, aunque la cooperación mutua ofrece el
mejor resultado colectivo, la traición individual es la estrategia dominante racional. Lo anterior
puede expresarse en la siguiente “tabla de pagos”:
Jugador 1
Jugador 2
Coopera
No coopera
Coopera
3, 3
0, 5
No coopera
5, 0
1, 1
Para explicar la tabla anterior, se puede decir que los “pagos” representan “años de perdón”,
entendiendo que la sentencia base es de 5 años. Así:
Lombardi, D. Acción colectiva en contextos de fragilidad estatal (II)
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Cuando ambos cooperan (no delatan al otro), cada uno recibe una reducción de 3 años,
quedando con una condena de 2 años.
Si uno no coopera (delata) y el otro coopera (no delata), el que no coopera queda libre
(reducción total de 5 años), mientras que el que coopera cumple los 5 años completos (sin
reducción).
Si ambos no cooperan (se delatan mutuamente), cada uno recibe una reducción de solo 1
año, quedando con una condena de 4 años.
Aunque pudiera parecer que el “comportamiento racional” sería que ambos cooperen para
maximizar la reducción total de años (3 años de perdón cada uno), el dilema del prisionero
demuestra que la estrategia dominante en una única ronda del juego es no cooperar. Esto
ocurre porque:
Si el Jugador 2 coopera, al Jugador 1 le conviene no cooperar, ya que quedar libre (0 años
de condena) es mejor que recibir una reducción parcial (3 años de perdón).
Si el Jugador 2 no coopera, al Jugador 1 también le conviene no cooperar, porque cumplir
4 años (1 año de perdón) es mejor que cumplir 5 años (sin perdón).
Dado que no hay comunicación entre los jugadores y no se contempla una relación futura (es
decir, no hay múltiples rondas del juego), cada jugador actúa en función de su mejor resultado
individual esperado, lo que lleva a la decisión de no cooperar.
Partiendo del hecho que ninguno de los dos jugadores coopera, y utilizando la tipología de
Bruni (2008), se asumirá que ambos jugadores son del tipo que cooperan una vez el otro
jugador coopere (es decir tipo “C” o “cooperadores condicionales”). El resumen del primer
juego antes descrito sería:
Tabla resumen juego inicial
Acción
J1
Acción
J2
Pago
J1
Pago
J2
Pago
total
J1
Pago
total
J2
Jugador 1
(tipo)
Jugador 2
(tipo)
Pago
total
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No
coopera
No
coopera
1
1
1
1
Cooperador
condicional
Cooperador
condicional
2
Como se puede observar, si ambos jugadores son “Cooperador condicional” la estructura
base del Dilema del Prisionero se mantiene. Ahora bien, uno de los supuestos de este juego es que
hay una sola interacción, pero ¿qué ocurre si puede haber varias “rondas”. A continuación, se
simuló qué ocurre si hay 5 rondas, obteniéndose el siguiente resultado:
Tabla resumen juego inicial (con varias rondas)
Acción
J1
Acción
J2
Pago
J1
Pago
J2
Pago
total
J1
Pago
total
J2
Jugador 1
(tipo)
Jugador 2
(tipo)
Pago
total
No
coopera
No
coopera
1
1
1
1
Cooperador
condicional
Cooperador
condicional
2
No
coopera
No
coopera
1
1
2
2
Cooperador
condicional
Cooperador
condicional
4
No
coopera
No
coopera
1
1
3
3
Cooperador
condicional
Cooperador
condicional
6
No
coopera
No
coopera
1
1
4
4
Cooperador
condicional
Cooperador
condicional
8
No
coopera
No
coopera
1
1
5
5
Cooperador
condicional
Cooperador
condicional
10
Como es de esperar, la cooperación no tiene lugar porque ninguno de los dos jugadores “da
el primer paso”. De acuerdo a Axelrod (1984), la mejor estrategia para romper este ciclo de no
cooperación es la “reciprocidad simple”, entendida como aquella en la que el jugador coopera en
el primer movimiento y luego en las siguientes rondas hace lo que el otro jugador hizo en la ronda
previa. El resultado de este juego sería el siguiente:
Lombardi, D. Acción colectiva en contextos de fragilidad estatal (II)
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Tabla resumen juego inicial (“reciprocidad simple”)
Rond
a
Acción
J1
Acción
J2
Pago
J1
Pag
o J2
Pago
total
J1
Pago
total
J2
Jugador 1
(tipo)
Jugador 2
(tipo)
Pago
total
1
No
coopera
Cooper
a
5
0
5
0
Cooperado
r
condicional
Cooperado
r fuerte
5
2
Cooper
a
Cooper
a
3
3
8
3
Cooperado
r
condicional
Cooperado
r fuerte
11
3
Cooper
a
Cooper
a
3
3
11
6
Cooperado
r
condicional
Cooperado
r fuerte
17
4
Cooper
a
Cooper
a
3
3
14
9
Cooperado
r
condicional
Cooperado
r fuerte
23
5
No
coopera
No
coopera
1
1
15
10
Cooperado
r
condicional
Cooperado
r fuerte
25
La tabla anterior representa el resultado del juego planeado por Axelrod (1984) como la
mejor estrategia posible cuando ambos jugadores son egoístas, la cual asume que uno de los
jugadores “da un primer paso” para cooperar. Sin embargo, no queda claro por qué uno de los
jugadores cooperaría en la primera ronda. Para dar respuesta a esta interrogante la tipología de
Bruni (2008) puede dar una pista importante, y es que uno de los jugadores es un “Cooperador
fuerte”.
El diferenciar que hay distintos tipos de jugadores es muy importante pues introduce en el
análisis factores como la personalidad del individuo, sus motivaciones, y otros elementos que el
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enfoque tradicional no considera, dejando algunos vacíos como las razones por las cuales de dos
actores idénticos (con la misma propensión egoísta) uno decidiría cooperar en una primera ronda.
El reconocer que existen estos otros factores abre las puertas a la posibilidad de considerar la
Confianza como una de las causas de la cooperación, ampliando el análisis más allá del cálculo
racional como única causa de la cooperación.
Conclusión
En el presente trabajo se planteó la interrogante sobre la posibilidad de promover la acción
colectiva en contextos de fragilidad estatal, en los cuales una de las características fundamentales
es la pérdida de centralidad del Estado como regulador de las interacciones sociales. En este
sentido, se señaló que efectivamente puede promoverse la acción colectiva en dichos contextos a
través de la acumulación de Capital Social, el cual a su vez depende de la recurrencia de las
interacciones entre los individuos, y la calidad de dichas interacciones. De estos dos últimos
elementos, es bastante aceptado que efectivamente tienen impacto en la acumulación de Capital
Social; sin embargo, con respecto a la “calidad de las interacciones” no existe un consenso.
Una manera de medir la “calidad de las interacciones” es en base al resultado que estas
generan en la percepción de los involucrados, y que pudiera decirse que en la medida que dichas
interacciones son de mayor calidad el resultado será mayores niveles de confianza entre las partes.
Así, la Confianza pasaría a tener un doble rol de causa efecto en las interacciones sociales. Esto,
dentro del modelo propuesto, se propone puede ser medido a través de una variable de
“acumulación de confianza”, idea que será desarrollada en futuras investigaciones.
Por último, es importante resaltar que, de acuerdo con lo mostrado en el presente trabajo,
es necesaria una tipología de tipos de estrategia de cooperación para poder explicar las razones por
las cuales se “rompe” la lógica del Dilema del Prisionero. Específicamente se mostró que es
necesaria dicha tipología para poder explicar por qué algún jugador estaría dispuesto a “dar el
primer paso”, es decir cooperar en la primera ronda.
Todo lo anterior da indicios de que sí es posible fortalecer la cohesión social en contextos
de fragilidad estatal, pero para que esto ocurra es necesario promover las interacciones repetidas
entres las personas, así como buscar que dichas interacciones sean de calidad, de tal forma que
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contribuyan con la acumulación social de confianza. Para ello es necesario evaluar qué tan
relevante es la presencia de personas con mayor tendencia a la cooperación, aspecto que se
evaluará en futuras investigaciones.
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Nº 54 Vol.26 2025 - 1 (Enero Junio)
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UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA. Maracaibo-Venezuela
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