Revista de Artes y Humanidades UNICA
Volumen 24, Edición Especial 2023, pp. 28-34
Universidad Católica Cecilio Acosta Maracaibo - Venezuela
ISSN: 1317-102X e ISSN: 2542-3460
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Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
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Educar para edificar y fomentar la ciudadanía del siglo XXI
Retos y desafíos de la educación: una mirada desde la fraternidad y el
desarrollo humano integral
JUÁREZ PÉREZ, José Francisco
Vicerrector académico de la Universidad Católica Andrés Bello
jjuarez@ucab.edu.ve
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11497833
Contexto
Involución del acto de educar
En el año 1993, El Dr. Uslar Pietri escribió un artículo con el tulo: La Escuela y la
cárcel, donde afirmaba que “se puede juzgar la situación de un país por la de sus escuelas y
la de sus cárceles, en los dos extremos del espectro social”. En relación con la educación,
sostenía que era poco informativa y nada formativa, que prácticamente no puede
contribuir a formar el tipo de ciudadano apto para el trabajo y la vida social que un país en
desarrollo como Venezuela requiere”.
Su crítica al sistema educativo era una de las tantas voces que en esa década se
alzaba para reclamar una educación de calidad. Desde distintos frentes se decía que la
educación iba por un derrotero que no era el más adecuado para llevarnos al desarrollo.
Incluso, quien fue Ministro de Educación en la presidencia de Rafael Caldera, Antonio Luis
Cárdenas, afir que la educación venezolana era un fraude porque no cumplía con su
cometido de formar personas integrales y preparadas para enfrentar los retos de la sociedad
moderna. Actualmente la situación educativa es más complicada y desoladora que antes ya
que no se trata solamente de las condiciones de infraestructura, dotación de los colegios, las
mallas curriculares o el salario de los docentes. Considero que es un asunto más estructural,
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que está en la base del sistema, como lo es el fin de la educación en un contexto de alta
deserción de estudiantes y profesores, con un sistema educativo politizado, destruido en sus
cimientos, porque no se cree en ella como medio de transformación social. Ese panorama
catastrófico de la educación en nuestro país pone en evidencia un grave problema que
debemos resolver entre todos porque es un asunto que nos incumbe como ciudadanos.
Pérdida del horizonte formativo
Hay tres preguntas claves cuya respuesta nos indica la situación de la educación,
especialmente en el caso venezolano: ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar? y ¿cómo enseñar?
Las respuestas se orientan a exponer los indicios de la pérdida del horizonte formativo y
que en vez de avanzar, hemos involucionado en los últimos años. Por lo que sabemos, en su
mayoría los docentes no están actualizados en los contenidos necesarios para formar en
competencias ciudadanas. No hay mucha claridad del sentido o finalidad del acto educativo
porque pareciera que el ejercicio docente se reduce a dar contenidos sin relación con la
realidad. Se ha mantenido el viejo esquema tradicional donde se cree que se aprende desde
afuera hacia dentro, como si los estudiantes fueran simples receptores de información,
descuidando a la persona como sujeto principal de la educación. Esta se ha ido deslizando
al terreno de lo que pierde sentido en la vida. Algunos docentes actúan más por la inercia
que motivados por lo que hacen. Otras prioridades se han ido colando en la dinámica social
y ejerciendo presión sobre las creencias de las personas, una de las cuales es que no hace
falta la educación para ser exitosos.
En el plano pedagógico los estudiantes se preguntan para qué sirve lo que estudian.
Aprenden de memoria sin saber el porqué de las cosas. En esa lógica, mientras menos
lecturas recomiende el docente, mejor para los jóvenes porque el afán de nuestro contexto
postmoderno es el aquí y el ahora, lo práctico y lo inmediato, por lo tanto, no hace falta
afanarse tanto para profundizar en los misterios de la vida. Hay poca abstracción, menos
análisis y más memorización. Se dan contenidos poco o nada relacionados con la
experiencia del niño y del joven, y se aplican modelos anticuados a situaciones nuevas o
distintas, que ameritan una didáctica actualizada a las circunstancias. Lo más grave es que
pareciera que en el ambiente escolar no se profundizan dilemas éticos o problemas morales
ante situaciones de la vida cotidiana que se deben afrontar desde los valores morales. En
fin, nuestra educación está en crisis y esto tiene que ver, en parte, por una problemática más
compleja de lo que ocurre en el entorno.
Los nuevos retos de la sociedad moderna
A lo expresado anteriormente tenemos que considerar lo que experimentamos
producto de la cuarta revolución industrial. El cambio de paradigma ha ocurrido y es
indetenible. La tecnología y la ciencia nos llevan a vivir transformaciones vertiginosas. La
inteligencia artificial, por ejemplo, pone a prueba las capacidades del docente, en la
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organización de la clase, la detección de un plagio e, incluso, en la propia concepción de la
didáctica y la aproximación al aprendizaje. La realidad virtual de inmersión pone al alcance
de las personas la comprensión de los hechos y situaciones desde una perspectiva novedosa.
Sin necesidad de salir de un salón de clases se puede acceder a un laboratorio de
neuropsicología o pasearse por los grandes museos del mundo, participar en una sala de
operaciones o revisar la geografía de un lugar al que en condiciones normales sería muy
difícil organizar una excursión o visita in situ con los estudiantes.
Lo cierto es que la tecnología, amparada por la ciencia, nos sumerge en una realidad
que desafía la educación del siglo XXI. Esta revolución tecnológica también trae consigo
otros desafíos para la sociedad. Los conceptos de productividad, pragmatismo, utilitarismo,
rentabilidad, son parte de un modelo que se ha ido extendiendo desde hace mucho tiempo
pero en las últimas cadas ha cobrado fuerza, desplazando voluntades y modificando
conductas. Es la crisis silente pero con importantes repercusiones en el modo en que nos
relacionamos, y en consecuencia, en el modo en que actuamos. Una de las consecuencias
de lo anterior es el debate sobre la pertinencia de las humanidades. En muchos espacios se
afirma que no tienen mayor importancia porque no influyen en el desarrollo tecnológico
que evidenciamos en muchos campos. La ciencia, cual visión prometeica, satisface las
demandas de la sociedad y encuentra soluciones casi inmediatas. Pareciera que el bienestar
lo consiguen las ciencias y la tecnología con los avances en salud, alimentación, etc. En
varias partes del mundo ya se siente el fenómeno de ofrecer más ciencias y menos
humanidades. Por ejemplo, en nuestro país ya no hay humanidades en bachillerato. Lo
mismo empieza a ocurrir en otras latitudes. Aparentemente no se ha discernido lo suficiente
de las consecuencias de tal decisión a largo plazo. De imponerse el paradigma actual, la
sociedad que se vislumbra estará alejada del desarrollo humano, finalidad de la educación.
El desarrollo humano implica, tal como declara Marta Nusbaum, una aptitud para
reflexionar sobre las cuestiones políticas que afectan a la nación, analizarlas, examinarlas,
argumentarlas y debatirlas sin diferencia alguna ante la autoridad o tradición; también tiene
que ver con una disposición de reconocer a otros como personas con los mismos derechos
que uno, aunque sean de distinta raza, religión, género u orientación sexual y contemplarlos
con respeto, como fines en mismos y no como medios. Hacer elecciones personales con
conocimiento de causa. En fin, tiene que ver con una aptitud para imaginar, para emitir
juicios críticos, para pensar en el bien común como un todo y concebir la propia nación
como parte de un orden mundial complejo.
Con lo dicho quiero decir que, además de un conveniente crecimiento económico
social, es necesario el desarrollo humano y en tal sentido, es fundamental el aporte que hace
la educación. Ella puede preparar al ser humano a afrontar de manera coherente los
cambios que se viven y darle sentido, apropiándose de ellos. Pero, con una pobre
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educación, nuestra sociedad y con ella la democracia, por decir lo menos, está destinada al
fracaso.
a. Reivindicar el fin de la educación
El filósofo Richard Peters mantenía la idea, la cual comparto, de que lo esencial de
la actividad educativa es que el educando alcance a vivir una vida según la razón. Esto
significa que como seres humanos aspiramos a vivir una vida razonable. Se trata de actuar
de acuerdo con los criterios que caracterizan a la persona educada, con un razonamiento
que se ajusta a lo público y en armonía con el propio criterio, trascendiendo las
circunstancias del aquí y el ahora. Quien se educa comprende por qué suceden las cosas, se
complace en hacer aquello que ha emprendido por amor al conocimiento, tiene un
pensamiento crítico, es autónomo, tiene una sensibilidad estética, entre otros atributos Este
modo de vida es contrario a una vida no razonable, donde los argumentos para actuar o
defender una postura son muy débiles y no se presta atención a los demás porque lo que
importa es la propia percepción individual. El conocimiento está más ligado a los
sentimientos y las emociones.
El fin de la educación es volver a la razón. Transformar a la persona para que actúe
conforme a lo que es debido o justo. Que la persona se mueva por convicciones guiadas por
fines y no por las pasiones que exige el momento presente. Para que la educación cumpla
su cometido tiene que desarrollar en la persona las dimensiones física, intelectual, social y
emocional. Todas esas dimensiones comprenden un carácter moral porque se trata de la
persona. Si eso se logra, tendremos un sujeto equilibrado y con capacidad de aportar a la
sociedad. El cometido de la educación, en otras palabras, es el desarrollo humano en todas
sus dimensiones.
Ahora bien, es conveniente dedicar unas líneas al papel de la educación en la
formación para la ciudadanía en democracia. Nótese que no se trata solamente de una
ciudadanía amparada por las leyes que rigen los derechos y deberes en el marco de nuestra
condición de habitantes de un país. Se trata de algo más. Es la democracia como forma de
vida la que se nutre de la ciudadanía consciente o activa, como lo expresa Hannah Arendt.
La democracia es una manera de vivir con otros a partir de acuerdos mínimos y
donde se evidencian la convivencia, la tolerancia, la solidaridad, la libertad de pensamiento,
entre otros valores que podemos resumir en el pleno disfrute de los derechos humanos. No
es un sistema perfecto, pero ha demostrado ser el más eficiente para alcanzar el progreso en
todos los sentidos. Cuando se logra la madurez como ciudadanos, es más fácil transitar el
camino a la democracia.
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Es por ello que urge formar para una ciudadanía que nos encamine al
fortalecimiento de la democracia. Nuestros centros educativos tienen que ser los modelos
de una sociedad civilizada donde el juicio y el discernimiento, se antepongan a una
actuación irracional o individualista, donde se respetan los distintos puntos de vista y el
diálogo prevalezca como fórmula de resolución de conflictos. En las escuelas se debe
educar a la persona para que comprenda que vive entre otros y para otros. Eso es vivir
desde una perspectiva de la fraternidad.
La democracia y sus valores
Vivir en democracia supone desarrollar unos valores que ponen en evidencia su
realidad: La tolerancia, el respeto, la solidaridad, el diálogo, la justicia, la compasiónson
valores que la promueven. Ahora bien, para que sobreviva la democracia hay que
sostenerla, mantenerla. No se puede dar como un hecho. Ella, más que un sistema de
gobierno, es una forma de vida. Es el espacio diseñado y perfeccionado en el tiempo en el
cual es posible el encuentro, el reconocimiento y la búsqueda colectiva del bienestar y el
desarrollo humano. Por eso es muy importante mantenerla y fortalecerla. Sobre todo, como
señala la organización Latinbarómetro, que sean democracias efectivas y no aparentes.
La UNESCO plantea que la educación es el medio a través del cual se fomentan los
valores asociados a la ciudadanía. Ejercerla en pleno tiene como consecuencia la
posibilidad de contribuir con la vida en democracia. Es decir, se puede vivir
conscientemente según acuerdos establecidos desde la convivencia, haciendo habitable el
mundo contribuyendo con el bien común.
Vivir en democracia supone o tiene en su base un conjunto de valores. Sin
embargo, a estos se les asume con cierto relativismo debido a la crisis social y educativa
que padecemos. La escuela, la familia y la sociedad, que son las fuentes naturales de
desarrollo, en general no están en condiciones de propiciar espacios para su conocimiento y
difusión.
Al respecto la Encuesta Encovi (2017) ofrece datos que son demoledores. Un grave
problema que tenemos, particularmente como sociedad venezolana es que no tenemos
cohesión en las creencias que tendrían que darnos identidad. Por otro lado, hay una
debilidad manifiesta en las instituciones que forman parte de la sociedad. No hay confianza
hacia ellas ni entre las personas. El locus de control externo es muy significativo. Las
consecuencias de la conducta recaen en otras personas o instituciones y pocas veces se
asume la responsabilidad de los actos. Finalmente, hay una actuación que tiende a ser
individualista y la doble moral o esquizofrenia moral, termina siendo una forma de relación
social aceptada.
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Obviamente, los valores como la confianza, el respeto, la honestidad, entre otros, se
ven disminuidos con este tipo de conductas que tendrían que identificarnos y acercarnos
como miembros de una sociedad y por el contrario, se van incorporando los antivalores
distorsionando el modo de ser y estar en sociedad. Los valores son muy importantes porque
mueven nuestra vida. Son el motor de nuestra existencia. Mientras la moda es fugaz, los
valores permanecen en el tiempo. Su importancia radica no tanto que se hable sobre ellos
en un momento determinado sino que son indispensables para la vida humana porque hacen
habitable el mundo, de modo que con ellos se puede convivir y llegar a acuerdos para una
vida confortable.
Por eso, al plantearnos los retos y desafíos de la educación en estos tiempos,
debemos considerar o tener presente los valores que le dan contenido moral al hecho
educativo. El desarrollo humano y la ciudadanía son consecuencia de una buena educación
y por ella debemos arriesgarnos, hacer todo lo posible por fortalecerla porque está en juego
la propia humanidad.
b. Es urgente una profunda transformación social desde la educación
Como hemos podido apreciar, el cambio de la humanidad está en la educación. Y
me refiero no solamente a la educación formal, que se da en las escuelas, liceos,
universidades, institutos y academias. También me refiero a la educación informal, la que
se da en la familia, en las iglesias, en los clubes, la que trasmiten los medios de
comunicación, entre otros espacios porque también desde allí se fomentan o desvirtúan
valores.
Es verdad que la educación nos hace más personas y por ella se alcanza el desarrollo
humano. Pero, también puede convertirse en una fábrica de individuos inútiles para la
sociedad, en ese caso, desvirtúa su razón de ser como proceso educativo y pasa a ser un
artilugio ideológico cuyo objetivo es desvirtuar, desfigurar el rostro humano por una
imagen menos amable, más deshumanizada, que atiende a intereses pragmáticos,
crematísticos y de utilidad rentista o ideológica. Por eso, urge una profunda transformación
social desde la educación tomando en cuenta su finalidad así como los valores que la
constituyen.
Para lograr esa educación de calidad que nos lleve a lo que queremos, tenemos que
organizarnos, establecer alianzas, aglutinarnos en torno al país que queremos, exigir y
actuar.
En el proceso de fortalecer la educación, hay tres dimensiones que no se pueden
mirar como entes aislados sino como una tríada: El Estado, la sociedad y la familia. Hay
que exigir al Estado lo que le corresponde hacer. La sociedad tiene que volcarse, activarse
apoyando las iniciativas relacionadas con la calidad educativa. Para ello hay que instalar un
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nuevo discurso sobre la educación de calidad como factor de cambio social. Hoy se cree
poco en la educación como medio de transformación y esa narrativa hay que cambiarla. Es
imprescindible articular los distintos actores sociales en torno a la educación. Las empresas
tienen que mirar en las escuelas una oportunidad de inversión. La educación para el trabajo
productivo tiene que ser una opción para los jóvenes. Las universidades están en la
obligación de revisar y actualizar sus mallas curriculares para dar respuesta a esas
exigencias de cambio.
Las instituciones educativas tienen que estar abiertas para la comunidad y la
comunidad tiene que estar dispuesta a apoyar la gestión escolar. La familia es la primera
aliada de la escuela y es allí donde se tiene que reforzar y acompañar lo que ésta promueve.
La educación debe ser un proyecto compartido por todos. Para mi ese debe ser el
camino que debemos recorrer para recuperar lo que hemos perdido y evitar un desenlace
caótico que ya comenzamos a padecer. Como hemos visto, ella contribuye en la
humanización de la persona, esa formación contribuye con una persona con valores morales
que aporta a la sociedad, contribuye al desarrollo humano que termina siendo el pilar que
sostiene la democracia como forma de vida.
Reconocernos como seres humanos, convivir y hacer de este mundo un espacio
habitable es quizás uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. La fraternidad es la base
sobre la cual se puede buscar el desarrollo humano con todo lo que ello significa. Si eso
queremos, comencemos por la educación.
Nuestro compromiso es recuperar la educación del país y para es imprescindible
creer y tener esperanza. Pareciera que las condiciones actuales no son aptas para construir y
cambiar modelos educativos o visiones de país, pero eso no es verdad. Quizás estas son las
mejores circunstancias para movernos a conciencia sobre la importancia de un cambio
estructural. El mejor momento es éste. Cada uno puede ser protagonista del cambio y hacer
que la educación tenga el impacto que esperamos. Los invito a construir juntos un país
distinto, más humano más amigable, a través de la educación de calidad. Tengamos
presente que pequeñas ideas pueden convertirse en grandes proyectos con impacto
insospechado para la sociedad.
Muchas gracias.
REVISTA DE ARTES Y HUMANIDADES UNICA
Vol.24 EDICIÓN ESPECIAL 2023
Publicación en formato digital a cargo del Fondo Editorial de la
UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA. Maracaibo-Venezuela
https://revistas.unicaedu.com/