Revista de Artes y Humanidades UNICA
Volumen 24, Edición Especial 2023, pp. 43-55
Universidad Católica Cecilio Acosta Maracaibo - Venezuela
ISSN: 1317-102X e ISSN: 2542-3460
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0
Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Historia de la Educación en la Arquidiócesis de Maracaibo
PARRA CONTRERAS, Reyber
Cronista de la ciudad de Maracaibo
Profesor de Historia de Venezuela en la Universidad del Zulia
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3231-9214
reyberparra@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11498210
El hecho educativo capta hoy nuestra atención, en el marco de este oportuno y
necesario congreso, donde se nos invita a reflexionar acerca de la participación de la Iglesia
en la promoción de la educación, y los frutos que surgen del cumplimiento de esta noble
misión que la Iglesia ha asumido desde su origen hasta la actualidad.
Un destacado filósofo de la educación en el siglo XIX, llamado Amenodoro Urdaneta
(1865: 93) -hijo del general Rafael Urdaneta- afirmaba que la Iglesia es “la gloriosa arca
donde van la dignidad y el engrandecimiento del hombre”. En efecto, la Iglesia al ocuparse
de la formación integral del individuo, ha promovido la defensa de la dignidad de la persona
humana, por medio de diversas acciones, entre ellas, una extendida y persistente obra
educativa en instituciones escolares que ha fundado en los espacios donde cumple su misión
evangelizadora. El Dr. Francisco Ochoa, primer rector de la Universidad del Zulia, al tratar
este tema se preguntaba: “¿Quién ignora que fue a impulsos de la fe que se fundaron las
primeras escuelas gratuitas para la enseñanza pública de los niños pobres de uno y otro sexo?
¿Quién no sabe que son los sacerdotes y misioneros católicos los que han diseminado a
millares esas escuelas por toda la extensión de la tierra? ¿Quién podría contar hoy los
innumerables planteles de enseñanza que existen, creados por la Iglesia” (Ochoa, 1890: 194).
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Maracaibo no ha quedado por fuera de esta obra de inestimable valor. La historia de
la educación en nuestra ciudad, al igual que en cualquier espacio donde la Iglesia peregrina,
no puede entenderse sin tomar en cuenta su participación en la formación humana y cristiana
de personas de todas las edades, siendo Maracaibo uno de los muchos casos donde esta
intervención ha sido de primer orden.
La Iglesia y el Estado han sido agentes primordiales en la conducción del sistema
escolar en Hispanoamérica; durante la fase de implantación de la sociedad monárquica
colonial, la Iglesia asumió el protagonismo de los procesos de instrucción, a pesar de la tutela
que sobre ella ejerció la Corona española a lo largo y ancho de sus dominios. En esta labor,
la Iglesia unió la evangelización con la formación humana integral, proveyendo para ello de
instituciones que, a la par de cristianizar, brindaban a la población experiencias formativas
en el campo educativo. Los curas doctrineros, tanto del clero regular como del secular, fueron
destacados educadores en los siglos XVI y XVII, sobre todo de los indígenas, a quienes
enseñaban a hablar y a rezar en castellano, congregándolos para ello en centros poblados en
los cuales funcionaba el régimen de la encomienda.
En el caso concreto de Maracaibo, el Convento de San Francisco fue la primera
institución que fungió de fuente de enseñanza en la ciudad, mediante la labor pastoral del
clero regular. Para el año 1607 la Orden Franciscana ya tenía residencia conventual en
Maracaibo, aportando la única posibilidad de estudios que estaba disponible para el
aprendizaje de las primeras letras; luego, con el inicio de la construcción de la sede definitiva
del convento en 1669, se dio paso a cursos más avanzados como los de Gramática, Filosofía
y Teología. Fueron los franciscanos quienes iniciaron la institucionalidad educativa en
Maracaibo, echando las bases para la futura y tardía aparición del Colegio Nacional de
Maracaibo en 1839, que a su vez condujo a la fundación de la Universidad del Zulia en 1891.
Además de la labor de los franciscanos, en 1682 el licenciado Juan Díaz de Benavides
fundó en Maracaibo una escuela de primeras letras, donde también impartía clases de latín.
Previamente, entre los años 1663 y 1670, el Cabildo de Maracaibo y los Jesuitas solicitaron
a las autoridades monárquicas que se les autorizara para proceder con la fundación de un
colegio en la ciudad; esta iniciativa no tuvo respuesta favorable, entre otras razones porque
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con anterioridad, en 1628, la Compañía de Jesús ya había fundado un colegio en Mérida, por
lo que se consideraron innecesarios nuevos conventos y colegios al occidente de Venezuela.
Los Jesuitas llegaron a Maracaibo en 1728, hospedándose inicialmente en la casa de Juan
Xedler Inciarte, Comandante de Armas. Posteriormente construyeron residencia en la ciudad
y en 1731 organizaron un colegio de primeras letras, que no tuvo la relevancia del Colegio
San Francisco Javier de Mérida. No obstante, por disposición del rey Carlos III, de fecha 27
de marzo de 1767, la congregación fue expulsada de Hispanoamérica, poniendo punto final
a sus instituciones educativas de Caracas, Mérida y Maracaibo.
A partir de 1678, Maracaibo pasó a encabezar su provincia homónima: un amplio
territorio que comprendía el actual estado Zulia y la región andina venezolana, cuya
población y riquezas sólo eran superadas por la Provincia de Caracas. El crecimiento
demográfico y comercial de la provincia condujo a la introducción de cambios en su
institucionalidad. El 05 de septiembre de 1765, el gobernador de la Provincia de Maracaibo,
Alfonso del Río, solicitó a la corte real la erección de una diócesis en la provincia. El 17 de
febrero de 1778 se erigió la diócesis, pero la sede episcopal se fijó en Mérida y no en
Maracaibo. Debido a la relevancia de la Iglesia en la promoción de la educación en el
contexto colonial hispanoamericano, contar con la presencia del obispo era de suma
importancia para el desarrollo de iniciativas en el ámbito cultural. Como consecuencia de
esta decisión, Mérida pudo avanzar rápidamente en la organización de su universidad, sobre
la base de la experiencia inicial que supuso la fundación del Real Colegio Seminario de San
Buenaventura, en 1785. Maracaibo, sin diócesis propia, debió esperar hasta el año 1891 para
lograr la fundación de su universidad, luego de recorrer un largo camino donde abundaron
los obstáculos, que serían superados por la determinación de la dirigencia política e
intelectual local.
En el albor del siglo XIX, el sistema monárquico colonial en Hispanoamérica se
encontraba en crisis y sin capacidad para reponerse. Maracaibo no fue ajena a estos cambios
y algunos connotados representantes de la elite intelectual, política y comercial se sumaron
al proyecto independentista. No obstante, hasta 1821 la dirigencia maracaibera se mantuvo
firme en su respaldo a la continuidad de los nexos con la Corona española; esta adhesión
produjo para la ciudad un beneficio desde el punto de vista educativo: el Seminario diocesano
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dejó de funcionar en Mérida y pasó a establecerse en Maracaibo, desde el 13 de junio de
1813. También la sede del obispado se fijaría en esta ciudad puerto, a partir de octubre de
1815, con la presencia de Mons. Rafael Lasso de la Vega hasta septiembre de 1821. El
terremoto de 1812 y sus secuelas en Mérida, así como la adhesión de su cabildo al
movimiento independentista, motivaron este traslado que posteriormente sería revertido por
el Congreso de Colombia.
La incorporación de Maracaibo al proyecto geopolítico de Colombia y al sistema
republicano, trajo consigo nuevos métodos instruccionales. Para entonces la ciudad disponía
de una población cercana a los 15 mil habitantes, con acentuadas limitaciones en su oferta
educativa, que derivaba en el analfabetismo de muchos maracaiberos, a pesar de la
implementación de algunas propuestas pedagógicas, específicamente la adopción del método
lancasteriano a proposición de El Libertador.
Esta innovación respondía a las orientaciones provenientes de la vertiente ideológica
de la Ilustración, cuyas ideas educativas apuntaban a la capacitación masiva para el trabajo,
el fomento de la ciudadanía y la secularización de la enseñanza. El liderazgo gubernamental
creyó que el logro de estos propósitos pasaba por la exclusión de la Iglesia del sistema de
instrucción, para que el Estado ocupara su lugar. Sin embargo, a pesar de medidas extremas
como la supresión de conventos para convertirlos en centros de enseñanza, la aspiración de
una educación gratuita y universal (Art. 5 de la Ley de Enseñanza Pública de 1826) tardaría
mucho tiempo en materializarse, al menos hasta la puesta en práctica del Decreto de
Instrucción Pública, Gratuita y Obligatoria, del presidente Antonio Guzmán Blanco, de fecha
27 de junio de 1870.
Antes de la implementación del referido decreto, los gobiernos de Venezuela se
mostraron partidarios de impulsar la educación, pero en los hechos eran los vecinos (algunas
veces agrupados en organizaciones como la Sociedad Amigos de la Instrucción y la Sociedad
Amigos del País) junto con los gobiernos locales y provinciales los que asumían el
financiamiento de la educación primaria. De acuerdo con Magdelis Vera, en su obra:
Proyecto educativo republicano e instrucción pública en Maracaibo (1830-1850), en 1841
funcionaban en Maracaibo 5 escuelas públicas: 4 para la atención de varones (2 en la
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parroquia Matriz, y 1 tanto en Santa Bárbara como en San Juan de Dios); y una para las niñas
en la parroquia Matriz; a la par existían 10 centros escolares privados: 1 para varones en cada
parroquia; y para las niñas, 2 en las parroquias Matriz y Santa Bárbara, y 3 en San Juan de
Dios. En ambos sectores se atendía un total de 818 estudiantes, cercanos al 9% del total
nacional. Entre estas instituciones escolares podemos mencionar: Escuela Pública Matriz,
Escuela Corazón de Jesús (fundada por el Pbro. Joaquín Piña), Colegio de Niñas Inmaculado
Corazón, Escuela de Cristo de Aranza, Escuela Pública San Juan de Dios, Colegio Bolívar
(dirigido por el bachiller Infante) y el Colegio Cajigal (fundado en 1889 y dirigido por el
bachiller Carlos Luís Andrade).
Según el Decreto para el Establecimiento de de Escuelas Primarias y su Reglamento
de Funcionamiento, emanado por la Diputación Provincial de Maracaibo en 1834, la
gratuidad de la educación estaba limitada a la cantidad de 70 niños pobres del cantón
Maracaibo (menos del 10% de la población escolarizada), y 40 para el resto de cantones de
la provincia. En las escuelas, los niños debían aprender: doctrina cristiana, reglas elementales
de aritmética, nociones básicas de gramática y ortografía castellana, urbanidad y cortesía
práctica. Las niñas recibían adicionalmente capacitación para el desarrollo de destrezas y
oficios acordes a su sexo. El horario de actividades abarcaba 5 horas: de 8: 00 am a 11: 00
am, y luego retornaban de 3:00 pm a 5:00 pm; el año escolar sólo disponía de un período
vacacional, que se extendía desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero. Entre los maestros
de aquella época, figuran los nombres de: José Isidro Silva, Jesús María Portillo, Simón
González Peña, Anselma Pulgar, Josefa Grajales de Dupuy, Silvestre Sánchez y Amenodoro
Urdaneta, este último con gran proyección nacional por sus libros en el campo de la
pedagogía.
En cuanto a la educación superior, a diferencia del nivel primario, su administración
y financiamiento estaban en manos del gobierno central. Desde 1833 las autoridades de la
provincia de Maracaibo solicitaron sin éxito al presidente de Venezuela, general José Antonio
Páez, que se aprobase la fundación de una universidad con sede en Maracaibo, pero solo
lograron la asignación de un Colegio Nacional (según decreto del 02 de marzo de 1837), el
cual se instaló el 19 de abril de 1839. Esta institución inició como establecimiento literario,
pero ya en 1842 disponía de un curso de Náutica, y en 1854 se dio paso a los estudios de
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Jurisprudencia y Medicina. También ofrecía formación en Filosofía y Pedagogía; esta última
sería cursada por María S. Oquendo, la primera mujer venezolana graduada de Maestra de
Instrucción Primaria, cuya acta de grado data del 30 de agosto de 1885.
Producto de la fecunda labor educativa del Colegio Nacional de Maracaibo -
posteriormente llamado Colegio Federal-, se iría conformando la intelectualidad
maracaibera, a la par que se darían las condiciones para la fundación de la Universidad del
Zulia, que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1891: día considerado Fiesta de las Ciencias,
según el Acta de Instalación.
En esta etapa final del siglo XIX, además de la Universidad, Maracaibo acogió la silla
episcopal de la Diócesis del Zulia, jurisdicción creada por el papa León XIII, el 28 de julio
de 1897. La Universidad y la Diócesis constituyen los dos grandes tesoros culturales del Zulia
en el siglo XIX, cuyo impacto en todos los órdenes de la sociedad perduran hasta la
actualidad.
El proyecto hegemónico de los Andinos en el poder, en complicidad con algunos de
sus aliados en Maracaibo, despojó al Zulia de su universidad en 1904; por poco también
logran la supresión de la diócesis, pero a pesar de la oposición del presidente Cipriano Castro,
la Iglesia maracaibera permaneció de pie, ejerciendo una fecunda labor educativa que perdura
hasta nuestros días. Poco antes de la llegada del primer obispo en 1898, las Hermanas de la
Caridad de Santa Ana fundaron en Maracaibo dos importantes instituciones escolares:
Nuestra Señora de la Academia, el 19 de marzo de 1891 (ubicado inicialmente en la calle
Obispo Lasso; luego en enero de 1916, pasaría a llamarse Nuestra Señora del Pilar) y el
Colegio San Antonio, establecido el 19 de abril de 1893 (actualmente ubicado en el Barrio
Andrés Eloy Blanco). La aparición de estas instituciones escolares marca el inicio de la
progresiva expansión y consolidación de la educación católica en Maracaibo, donde diversas
congregaciones religiosas tendrán una destacada participación, siendo la de Santa Ana la
congregación femenina pionera en el ámbito escolar.
En las primeras décadas del siglo XX la oferta educativa de la ciudad era diversa:
comprendía instituciones escolares de la Iglesia, dirigidas por órdenes religiosas; colegios
privados, regentados por notables intelectuales; y los colegios públicos. A esta diversidad
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también contribuyó la colonia alemana, con la fundación del Colegio Alemán en 1926.
Maracaibo iba expandiéndose desde el punto de vista urbano y demográfico, proceso que se
aceleraría con el desarrollo de la industria petrolera a mediados del siglo XX: De 64 mil
habitantes a inicios del referido siglo, pasó a 110 mil en 1936, y subió a 270 mil en 1950.
Este crecimiento demandaba un incremento en la infraestructura escolar, lo cual ocurrió en
forma progresiva, con fundaciones que ya no se concentraban sólo en el territorio de las
parroquias Matriz y San Juan de Dios; ahora irían ocupando las zonas periféricas, como Bella
Vista y Los Haticos.
Al despuntar el siglo XX, iniciaron labores varios colegios emblemáticas de la ciudad:
Instituto Maracaibo, fundado por el Dr. Raúl Cuenca en 1901; Instituto Pestalozziano, en
1903, por iniciativa de Hermágoras Chávez; Instituto Venezuela, fundado y dirigido por
Francisco Esparza Alvarado; Colegio Simón Bolívar, a cargo de Sixto Acurero Aponte;
Colegio Sagrado Corazón de Jesús, fundado en 1910 por Daria J. D`Windt; y en este mismo
año, la Escuela de Comercio, instalada por el gobierno nacional y conducida por Octavio
Hernández. Entre las instituciones de la época con amplia tradición destacan: Colegio
Nacional de Varones, Escuela Nacional de Niñas, Colegio San Luis, Colegio Cajigal y el
Colegio del maestro Francisco Valbuena Ávila, de Los Haticos, donde cursus estudios
primarios el Dr. Jesús Enrique Lossada.
En 1935, Venezuela poseía 50 colegios católicos y 17 congregaciones, compuestas
en su mayoría por religiosos españoles, dedicados a la formación educativa de niños y
jóvenes. La congregación de los Hermanos Maristas llegó a Maracaibo el 15 septiembre de
1925, estableciendo en esta ciudad la primera comunidad en Venezuela, integrada por
Ildefonso Gutiérrez, Félix Anselmo, Carlos Florentino, entre otros. Animados por Mons.
Marcos Sergio Godoy, tercer obispo del Zulia, fundaron un colegio para cursos de primaria,
al que denominaron Nuestra Señora de Chiquinquirá, en la calle Pichincha; en 1943
inauguraron la actual sede en la avenida Santa Rita, cuyo diseño fue ideado por el arquitecto
Nuncio R. Sassano.
Las gestiones de Monseñor Godoy también permitieron el ingreso a Maracaibo de
otras importantes congregaciones que promovieron la educación católica en la ciudad. En los
primeros años de su ministerio episcopal, logró el apoyo de los padres Eudistas quienes se
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involucraron en la formación del clero maracaibero. Los jesuitas, por su parte, retornaron a
Maracaibo, y el 01 de octubre de 1945 fundaron el Colegio Gonzaga, con 32 alumnos
inscritos en primer grado de educación primaria, iniciando actividades en su primera sede
ubicada en Delicias; el primer rector fue el padre Jesús Joaristi. El 09 de septiembre de 1941
arribaron a Maracaibo las Hermanas Dominicas, dirigidas por la Madre Mere Stephanie de
La Croix, quienes fundaron en Bella Vista el Colegio La Presentación, el 01 de octubre de
1941. El padre Julián Martín, junto con otros paúles dieron inicio en 1952 a las labores
educativas del Colegio San Vicente de Paúl. Colegio San Vicente de Paúl. Al año siguiente,
el 11 de septiembre de 1953, las Hermanas Mercedarias instalaron el Colegio La Merced. En
1956 la madre Pilar Ayerbe y sus hermanas Misioneras Agustinas Recoletas, fundaron el
Colegio Santa Rita; y el 15 de septiembre de ese mismo año, las Misioneras Hijas de la
Sagrada Familia de Nazaret: Inocencia Arnas y Teresita Urgell, establecen el Colegio Nazaret
de Maracaibo. Posteriormente, en 1958 llegaron los padres Rosminianos, quienes fueron
requeridos por el obispo para la atención de las comunidades de extranjeros europeos
radicados en Maracaibo. Al poco tiempo, en 1960, los padres Giambattista Zantedeschi,
Josito Gattoni y James Connolly se dedicaron a la educación de los niños, para lo cual
fundaron el Colegio Rosmini, cuya sede actual comenzó a construirse el 10 de septiembre de
1966. En septiembre de 1961, los padres claretianos Samuel Santaesteban y Jesús Abad Colas
fundan en Maracaibo el Colegio Claret; este último fue su director hasta el año 1983.
También el clero diocesano, a mediados del siglo XX, contribuyó al fomento de la
educación en Maracaibo, mediante iniciativas como la creación del Colegio Nuestra Señora
de las Mercedes, institución parroquial a cargo del Pbro. Julio César Faría, quien la fundó el
03 de agosto de 1958, con el apoyo de las religiosas Marianitas de Ecuador, dotándola de una
sede en la calle 62 con avenida 3F. De esta época data el Colegio Nuestra Señora de Lourdes
(en la Avenida El Milagro), establecido por las Hermanas Catequistas de Lourdes,
congregación de origen venezolano.
En lo que respecta a los centros escolares públicos, a mediados del siglo XX
funcionaban dos liceos en Maracaibo: el liceo Rafael María Baralt (denominación que recibió
el antiguo Colegio Federal a partir de 1936) dirigido por el Dr. Jesús Enrique Lossada, cuya
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sede se inauguró el 03 de diciembre de 1940; y el liceo Udón Pérez, fundado el 28 de octubre
de 1947, con sede en la avenida Santa Rita desde el 01 de octubre de 1960.
La educación universitaria resurgió a partir del 01 de octubre de 1946, por medio de
la reapertura de la Universidad del Zulia, gracias al empeño de la sociedad zuliana por
recuperar tan importante espacio de la cultura; el Dr. Jesús Enrique Lossada encabezó la justa
reivindicación, y el 15 de junio de 1946, la Junta Revolucionaria de Gobierno dictó el decreto
334 que establecía la reinstalación de la Universidad del Zulia.
Además del Dr. Lossada, en la primera mitad del siglo XX sobresalen los nombres de
los siguientes educadores en Maracaibo: Hermágoras Chávez, Amelia Ríos, Fernando
Criollo, Rogelio Yllaramendi, Madre Tomasa Izco Mendiburo, Francisco Esparza Alvarado,
Sisoes Molero Romero, Alejandro Fuenmayor, entre otros dignos representantes del
magisterio zuliano.
La fructífera labor de Monseñor Marcos Sergio Godoy en la promoción de la
educación en Maracaibo, va a tener continuidad en la conducción de la Iglesia local por parte
de Monseñor Domingo Roa Pérez. Desde su toma de posesión canónica el 11 de marzo de
1961, se propuso la fundación de centros escolares donde se atendiese la educación de niños
y jóvenes sobre la base de los valores humanos y cristianos. De esta manera, en 1969 logra
la puesta en marcha de la Escuela Madre Laura en el barrio El Callao, con lo cual se dio
inicio al proyecto de las escuelas arquidiocesanas, que ascenderían a un total de 19 colegios
en los 31 años de su ministerio episcopal en Maracaibo; actualmente son 40 escuelas en
varios municipios del estado Zulia, de las cuales 15 funcionan en Maracaibo.
En marzo de 1955 daba sus primeros pasos el movimiento de educación popular y
promoción social Fe y Alegría, de la mano del padre jesuita José María Vélaz. La experiencia
inicial en Caracas se esparció por toda Venezuela, hasta alcanzar la cifra de 177 colegios a
nivel nacional y un Instituto Radiofónico que iniciaría labores en 1974, tanto en Maracaibo
como en Caracas. Este proyecto integral en materia de educación, recibió el respaldo de
Monseñor Roa Pérez, lo que contribuyó a la fundación de 8 de estos colegios, de los 13 que
hoy funcionan en la ciudad.
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Con el acompañamiento y asesoría de la prelatura del Opus Dei, en la década de los
años 70 algunas asociaciones educativas de carácter laico y privadas, dieron origen a dos
importantes instituciones escolares: el Colegio Altamira y el Liceo Los Robles. A mediados
de la referida década surgirá la propuesta del Instituto Arquidiocesano Niños Cantores del
Zulia, concebido por el padre Gustavo Ocando Yamarte. El 18 de noviembre de 1975 se
suscribió el acta constitutiva del instituto, y en febrero de 1976 se iniciaron los trabajos de
construcción de la sede actual, con el respaldo del gobierno regional. En 1982 egresó la
primera promoción de bachilleres, y en 1983, como parte de los objetivos de este proyecto
educativo, se funda la Universidad Católica Cecilio Acosta, lo que va a permitir que Niños
Cantores abarque todos los niveles del sistema escolar, ofreciendo una educación cimentada
en el humanismo cristiano.
El surgimiento de la UNICA contribuyó a la diversificación de la oferta de estudios
universitarios en Maracaibo; hasta la década de los años 60, solo la Universidad del Zulia
ofrecía oportunidades de estudio en los campos de: Medicina, Derecho, Ingeniería y
Humanidades, junto con algunas opciones de postgrado a partir de 1965. En octubre de 1973
surge la Universidad Rafael Urdaneta,y al año siguiente, en marzo de 1974 se crea el Colegio
Universitario de Maracaibo; posteriormente, en octubre de 1989 se funda la Universidad
Rafael Belloso Chacín; y más recientemente, en febrero de 2002, es constituida la
Universidad José Gregorio Hernández.
La descripción que hemos hecho de estos acontecimientos que han marcado la historia
de la educación en Maracaibo, debe favorecer la tarea permanente de evaluar las condiciones
en las que se encuentra el sistema educativo local, regional y nacional. Luego de un proceso
de crecimiento en materia de cobertura y calidad educativa, (cuyo origen pudiéramos situar
en la implementación del Decreto de Instrucción Pública Gratuita, de Guzmán Blanco, y el
posterior retorno de las congregaciones religiosas al país), los hechos actuales nos indican
que hemos involucionado en muchos aspectos asociados a la calidad de la educación, entre
ellos: prosecución, tasa de escolaridad, infraestructura y condiciones de vida de los maestros.
Para el año 2013 funcionaban en el estado Zulia 22 instituciones universitarias, con
cerca de 300 mil estudiantes. Sin embargo, la persistente crisis que vivimos hizo que la
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deserción se incrementase de manera alarmante. Para fines de 2019, Venezuela contaba con
3.136.000 mil jóvenes entre 18 y 24 años, y de estos apenas 775.000 (25%) estaban asistiendo
a la universidad, según el estudio Cobertura Educativa en Venezuela (2020).
Ya en el 2003, el sistema escolar venezolano mostraba cifras preocupantes: 400 mil
niños y jóvenes estaban fuera del sistema, 13% de los niños entre 4 y 15 años de edad no
asistían a ningún centro escolar, y 37 de cada 100 niños que iniciaba primer grado no
culminaba el sexto grado. Dos décadas después el daño es más alarmante: entre 2019 y 2021
se estima que 1.2 millones de estudiantes de primaria y bachillerato desertaron de sus centros
escolares, y 166 mil profesores abandonaron las aulas de clase, cifras que equivalen al 15%
de los estudiantes inscritos y 25 % de los maestros, según datos generados por el Diagnóstico
Educativo de Venezuela (2021).
Venezuela atraviesa una de las crisis más nefastas de su historia, con consecuencias
devastadoras en todos los ámbitos. La educación no es la excepción: los pilares que la
sostienen, la familia y la escuela, también se resienten ante la embestida de un sistema
político e ideológico contrario al orden y la civilidad. Corresponde a los hombres y mujeres
de buena voluntad que viven o sobreviven en Venezuela, a quienes guía la recta intención en
el obrar, aquellos que son conscientes de las consecuencias de su proceder, aplicar a la
realidad nacional el método pastoral y pedagógico: ver, juzgar y actuar, con la intención de
lograr los cambios que amerita la construcción de un futuro diferente para Venezuela. Los
maestros son parte de ese conglomerado de mujeres y hombres virtuosos, llenos de talentos
para diagnosticar la realidad, identificar los caminos que se deben recorrer y encabezar la
marcha hacia la meta. Formar la conciencia, motivar y sumar voluntades para la formación
de ciudadanos, son tareas necesarias, en las que podemos avanzar mediante el liderazgo de
los maestros y la participación de las familias. Tal vez resulte imposible, pero es nuestro
deber intentarlo.
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REVISTA DE ARTES Y HUMANIDADES UNICA
Vol.24 EDICIÓN ESPECIAL 2023
Publicación en formato digital a cargo del Fondo Editorial de la
UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA. Maracaibo-Venezuela
https://revistas.unicaedu.com/