Revista de Artes y Humanidades UNICA
Volumen 24, Edición Especial 2023, pp. 153-164
Universidad Católica Cecilio Acosta Maracaibo - Venezuela
ISSN: 1317-102X e ISSN: 2542-3460
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Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
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Visión vanguardista para una transformación humanista en las
Instituciones Educativas Católicas
Línea del congreso: Fraternidad, educación y conversión ecológica
YEDRA BETANCOURT, Yura Morayma
Instituto Niños Cantores del Zulia
Maracaibo Venezuela
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.11522428
Resumen
En la actualidad la producción del conocimiento se cimienta en una plataforma epistémica
de interacción entre el ser humano con su entorno. Lo que obliga a reflexionar el modelo
educativo, donde el Maestro representa la clave para generar cambios de la formación y
transformación en la concepción macro de la Educación. De allí la importancia del carácter
histórico de la pedagogía que está asociado a la vinculación con la sociedad como totalidad
de donde se deriva el estudio de las políticas para la educación, el rol del Maestro en el
conjunto de las relaciones sociales, el papel de la transformación social desde la condición
del conocimiento pedagógico como conocimiento en contexto y para un contexto, que lleva
a los formadores de formadores a contextualizar sus propósitos y acciones.
Es pertinente considerar que la complejidad de la sociedad actual, requiere de un Maestro
comprometido consigo mismo, de tal manera que su actitud contribuya a transformarse en
cada experiencia que acontezca dentro y fuera del aula, pues son espacios que generan
información, conocimiento y formación para la transformación de las exigencias del mundo
actual, teniendo presente una visión humanista debe trascender en concebir el proceso
educativo amplio, dinámico, que engloba todos los aspectos de las personas, académicos ,
sin olvidar la parte humana.
Desde esa perspectiva,surge la necesidad que las nuevas tendencias de formación en
educación apuntan hacia la humanización del ser, lo que exige a los Maestros ser
vanguardistas con la visión disciplinaria, articulada y contextualizada dentro de su
quehacer pedagógico teniendo como base fundamental los pilares de aprendizaje: ser hacer,
conocer, convivir, puesto que las nuevas tendencias buscan una formación que permita
desarrollar todas sus potencialidades :actitudes, talentos, inteligencias, sensibilidades, donde
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se asuman elevados niveles de participación, reconociendo a cada educando como un todo
integral , es fundamental el desempeño del Maestro formador con una visión humanista con
valores morales éticos, religiosos , con objetivos claros para crear espacios que conduzcan a
la transformación del conocimiento, del pensamiento crítico, reflexivo, en su misión como
formador con los involucrados en este proceso.
Las Instituciones Educativas Católicas enrumban sus proyectos, bajo la minara de una
filosofía institucional, convirtiéndose en semilleros se abrir ventanas para creer y consolidar
el potencial los valores humanos cristianos como una oportunidad superior con la firme
convicción de formar para transformar y dar respuestas a los retos del mundo actual.
Palabras Clave: Maestro Formador, Humanismo, Transformación
Visión Pedagógica- Currículo:
El ejercicio de la profesión Docente requiere aspectos esenciales, como la
preparación pedagógica de toda la persona, después conocimiento científico de la materia
que quiere enseñar el futuro educador, porque la pedagogía se ocupa de la formación del ser
humano, de los valores y los fines del proceso de humanización y de los medios más efectivos
para lograrlo.
Desde esa perspectiva, emerge el conocimiento pedagógico es histórico, complejo e
interdisciplinario y como tal tiene la posibilidad y la necesidad de constituirse en contenido
y principio unificador de la formación de Maestros en sus diversas opciones y especialidades.
En este contexto, se considera que la formación pedagógica de toda la persona implica
la comprensión del trabajo docente como una labor para las personas, como un compromiso
ético de solidaridad humana, como el desarrollo del derecho de los jóvenes a desplegar su
personalidad en todas sus posibilidades facilitándoles el acceso a niveles superiores de
mismos (Florez, 1994).
Se puede afirmar, que el carácter histórico de la pedagogía es asociado a su
vinculación con la sociedad como totalidad de donde se deriva el estudio de las políticas para
la educación, el rol del docente en el conjunto de las relaciones sociales, el papel de la
ilustración en la transformación social. Es importante, la condición del conocimiento
pedagógico como conocimiento en contexto y para un contexto, que lleva a los formadores
de formadores a contextualizar sus propósitos y acciones como formadores.
Asimismo, se puede considerar que la práctica es indispensable para el aprendizaje
de los Maestros, para el desarrollo teórico de la pedagogía, el mejoramiento constante de la
enseñanza, la práctica debe tener lugar preferencial y central en el currículum de la formación
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de Maestros que sus praxis pedagógicas se contextualicen en las demandas del proceso de
formación integral del estudiante.
Pilares del Aprendizaje:
Es propicio hacer mención en lo establecido en el Currículo Básico Nacional, en
relación a los pilares del aprendizaje: el aprender a conocer, aprender a Ser, aprender a
hacer, aprender a convivir. Cuando se trata del aprender a Conocer, es el primer y más
importante pilar de la educación, puesto que marca la transición a una época en la que ya no
se busca dotar al estudiante de un determinado set de conocimientos con los que tendrá el
resto de su vida, sino darle las herramientas necesarias para aprovechar las oportunidades de
aprender a lo largo de todo su ciclo vital.
En otro orden de ideas, en relación al abordaje de los pilares del aprendizaje, es
importante hacer referencia al Aprender a Conocer, este aprendizaje está asociado a una
cultura general amplia, junto con la posibilidad de profundizar en conocimientos específicos,
lo que supone aprender a aprender, aprender a desprender y a darse cuenta de los propios
procesos cognitivos y metacognitivos, así como desarrollar habilidades de pensamiento
lógico, crítico y creativo ,a fin de que cada persona pueda demostrar capacidad para pensar
ordenadamente, razonar, analizar, comparar, sintetizar, transferir, inducir, deducir, construir
conocimiento, etc. Asimismo, coloca a la persona en una posición de sujeto y no de objeto,
capaz de pensar se asimismo y a los demás, consiente de sus recursos y potencialidades y de
la necesidad de manejar con conciencia y críticamente sus conocimientos, habilidades y
actitudes en contextos situacionales específicos. Delors (2001).
Es pertinente destacar, que este aprendizaje supone una actitud ante el conocimiento
y el desarrollo de habilidades para el autoaprendizaje, que coloca al estudiante en un papel
protagónico en donde él, es el principal responsable de su aprendizaje, en donde toma
conciencia de la necesidad de una actualización constante a lo largo de toda la vida para
poder adaptarse a las demandas cambiantes de una realidad social y productiva en constante
transformación. Carr, (1996). Entre otros aspectos, saber Aprender a Conocer permite: ser
protagonistas de nuestro propio aprendizaje y tomar conciencia de los procesos que lo
acompañan, obtener una comprensión global y creciente del mundo que habitamos; a
entender la relevancia práctica y social del aprendizaje.
En lo concerniente, al Aprender a Hacer tiene que ver con transformar el
conocimiento en acciones, destrezas o habilidades prácticas. Sin embargo, no solo se trata de
la capacidad de aplicar en el mundo real lo que hemos aprendido de la teoría, también implica
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una actitud positiva ante los retos y una búsqueda constante de formas más eficientes y
novedosas de hacer las cosas, encontrar soluciones o resolver conflictos.
En ese orden de ideas, el Aprender a Hacer también significa adaptar el aprendizaje
a las demandas de la realidad, en este caso, orientarlo hacia la empleabilidad en el mercado
laboral actual, pero también a los retos sociales más importantes de nuestra comunidad. Sin
embargo, este pilar supone una serie de conocimientos, habilidades y actitudes en un campo
profesional determinado, que implica el conocimiento y manejo de técnicas, procedimientos
y metodologías que dotan a la persona para saber hacer, un saber operar con el conocimiento
teórico que posee. Lo que implica hacer transferencia de conocimientos, habilidades y
actitudes a situaciones nuevas en distintos contextos, de modo que sea capaz no sólo de
aplicar conocimiento, sino de construir estrategias para la solución de problemas en
situaciones nuevas. Delors (2001).
Asimismo, supone suficiente experiencia y ejercitación en situaciones reales
mediante horas de práctica para el desarrollo de habilidades que solo se aprenden
haciéndolas, en contacto con la realidad y no solo con los libros. Al mismo tiempo aprender
a hacer ser relaciona con el desarrollo de competencias de tipo actitudinal relacionadas con
varias situaciones, entre las que destacan: las relaciones sociales y el trabajo en equipo.
En lo concerniente al Aprender a Ser, este aprendizaje se constituye en la dimensión
humana fundamental para la relación consigo mismo y con los demás, pues descubrir y
aceptar al otro necesariamente para por un descubrimiento y aceptación de uno mismo, de
modo que, este aspecto se relaciona con el autoconocimiento, con el desarrollo de la
personalidad, la autonomía y responsabilidad de cada ser humano de aprender a Ser. Delors,
(2001).
Desde esa perspectiva, presume asumir por parte de cada persona el compromiso de
su propia realización, lo que conlleva la voluntad para vencer los distintos obstáculos en el
camino hacia la autorrealización. Aprender a Ser no sólo abarca el aspecto individual, relativo
a la relación intrapersonal consigo mismo, sino que también incluye las relaciones con los
demás, es decir las relaciones interpersonales que tienen que ver con lo que se conoce como
inteligencia emocional y que alude entre otros aspectos a habilidades sociales y emocionales
quesetraducenenunmanejocompetentedelaspropiasemocionesdelasrelaciones humanas en
distintos ámbitos
Por lo tanto, Aprender a Ser, implica a parte del proceso de individualización y
desarrollo de la propia personalidad, habilidad para convivir con los demás, supone actitudes
de apertura, de reconocimiento del otro, capacidad para negociar, consensar, así como,
superar actitudes individualistas centradas en objetivos personales, para arribar el trabajo
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centrado en objetivos comunes, que tiene como base trabajar con los demás en equipo para
la solución de problemas.
Desde ese contexto, el mundo contemporáneo reclama hoy más que nunca actitudes
como: la aceptación y el reconocimiento de los otros en cuanto a diferencias de raza, etnia,
género, clase social. Es decir, desarrollo de la capacidad para reconocer y valorar la
pluralidad y la diversidad cultural, que necesariamente tienen que ver con valores y por tanto
con un desarrollo actitudinal al que poco ha atendido la educación tradicional. Aprender a
ser en el contexto de la educación es reconocer la dimensión humana que vincula al maestro
y al alumno, al alumno con otros alumnos en la relación educativa, es para el maestro vivir
los valores que desea transmitir a sus estudiantes. Delors, (2001).
Se puede afirmar que el Aprender a Ser, busca el desarrollo holístico de la persona,
no solo a nivel intelectual o cognitivo, sino también en su dimensión social, física, cultural,
espiritual y artística. Por lo tanto, el Aprender a Ser significa que sabemos cómo cultivar de
manera permanente nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro sentido estético y nuestra
personalidad de acuerdo con nuestros valores e intereses.
Analicemos el Aprender - Convivir, se concibe en armonía con los demás, se ha
vuelto más importante que nunca ahora que la globalización nos lleva a integrarnos con
personas de distintas nacionalidades, culturas y formas de pensar. Este pilar de aprender a
convivir, se sustenta con las apuestas por una enseñanza permeada por el trabajo en equipo,
el civismo, la participación y la empatía, en la sinergia. Desde ese contexto el Aprender a
convivir es un saber no una serie de contenidos sino un aprendizaje existencial- que busca
que la escuela forme a las futuras generaciones con una serie de competencias que los
capaciten para vivir de manera pacífica, dialógica y constructiva con los demás. Delors,
(2001).
Desde esa perspectiva, se puede evidenciar la necesidad que la escuela se ocupe de
que cada estudiante, desde pequeño, vaya aprendiendo a vivir con otros, reconociendo las
diferencias entre los distintos seres humanos y formando su propia personalidad a partir de
una búsqueda continua de mismo entre los otros. Los otros se convierten entonces en el
espejo en el que vamos visualizando aquello que queremos ser pero también y de manera
natural e inevitable nos reflejan muchas veces lo que no queremos ser.
Es pertinente destacar que el aprendizaje de la convivencia como objetivo de las
escuelas, consiste entonces en facilitar los ambientes y los encuentros sucesivos entre los
niños y niñas para que en un proceso lo más explícitamente sentido y pensado vayan viviendo
experiencias de ensayo-error que los puedan capacitar para distinguir el tipo de otros que les
son más significativos y que les aportan mayores elementos para su autoconstrucción.
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Por lo tanto, esta es una tarea que debe darse en colaboración estrecha entre maestros
y padres de familia. Ambos deben ser facilitadores activos de aprendizaje de la convivencia
a partir de una actitud de escucha empática y acompañamiento respetuoso que no intervenga
violentando estos procesos de crecimiento cuando se producen desencuentros, conflictos o
exclusiones naturales entre los niños y adolescentes. Zemelman, (2011).
Desde esa perspectiva, la mejor actitud para educar en la convivencia es la de estar
cerca, generar confianza, escuchar con atención, retroalimentar con preguntas o experiencias
propias la experiencia del niño o niña, hacer consciente al alumno o hijo de lo que siente
frente a determinados acontecimientos relacionados con su convivencia y respetar sus
procesos, garantizando únicamente que no existan violencia, acoso o discriminación por
causas raciales, económicas, físicas, culturales o religiosas.
Asimismo, los cimientos del pilar “Aprender a convivir” no están en la “defensa” de
los niños o niñas frente a sus pares, sino en el apoyo constante e inteligente para la
construcción de un tejido afectivo capaz de comprender las diferentes personalidades y
preferencias de los demás y para el desarrollo de una inteligencia emocional que los capacite
para entender los encuentros con los otros, pero también y sobre todo, los desencuentros que
subyacen a toda relación humana. Delors, (2001).
Visión vanguardista para una transformación humanista en las Escuelas
La educación para la construcción de una sociedad más humana, conlleva a forjar
valores que promuevan la ética de la solidaridad y la justicia social como principios
ineludibles para la cohesión de hombres y mujeres de derechos y deberes, sin distingos de
clases. Lo que implica subordinar lo individual y los intereses egoístas frente al desarrollo de
la dimensión personal como social, en favor del bien común.
La educación para la humanización se convierte así en un eje central que da forma y
sentido a los propósitos de la educación como ejercicio creador, al igual que de ideario de
libertad y justicia social. De allí que la escuela venezolana está convocada a crear espacios
no solo para el ejercicio creador, sino para propiciar experiencias de investigación, para
enseñar y aprender dentro de condiciones que potencian la creatividad, la imaginación, el
conocimiento, los valores humanos, estimulando el ser y el convivir. Colomer (2014).
Desde ese contexto, es imprescindible hacer referencia en el trascender los muros del
espacio escolar requiere de una praxis pedagógica que se asume dentro de una experiencia
altamente humanista, por tanto, se necesitan maestros conscientes de la importancia que
reviste su intervención dentro del contexto donde se inserta la institución escolar, para así
propiciar dentro y fuera del aula experiencias significativas que permitan vincular desde el
espacio de educabilidad la realidad, mediante proyectos de índole pedagógico. En
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consecuencia, en los proyectos pedagógicos debe prevalecer lo humano conjuntamente con
los aportes científicos y tecnológicos que hoy caracterizan a una sociedad, disímil a los
tiempos remotos.
Es pertinente acotar, que la práctica docente es el espacio privilegiado donde los
maestros y estudiantes logran el proceso mutuo de enseñanza- aprendizaje. Este proceso
centrado en el estudiante implica la formación en valores éticos y morales, que más tarde se
verán reflejados en la vida laboral y profesional. El docente es un actor clave, en quien recae
una responsabilidad social y moral vital, por ser un modelo que seguir y en cuyo sentido
humano al servicio de las comunidades debe moldear y esculpir un ciudadano bueno para
una sociedad.
En este contexto, se plantea que la educación es un proceso por el cual los seres
humanos se van autoconstruyendo en comunicación con otros seres humanos, por lo que todo
proceso de enseñanza aprendizaje que se desarrolle en las aulas, debería tener como fin
último la personalización progresiva de los estudiantes por medio del aprendizaje de
conocimientos, de desarrollo de habilidades y talentos, de trabajar con actitudes y hábitos, de
la convivencia social y de todo lo que conforma la vida cotidiana en las instituciones d
educativas . Bazdresch (2000).
Desde esas perspectivas, el trabajo educativo, tiene que transformarse a partir de la
reflexión crítica y comprometida de la propia búsqueda personal y profesional. De tal suerte,
que la educación ya no tendría que ser capacitación técnica, entrenamiento o adoctrinamiento
político o económico, ni limitarse a la instrucción, memorización, o la típica reproducción de
conocimientos; lo mejor es dedicarse a la búsqueda consiente de la educación personalizada.
Para lograr este trabajo formativo en los estudiantes, es necesario que los profesores realicen
un cambio a fondo en la manera de entender y realizar su práctica docente, así como ir
construyendo una nueva cultura docente basada en valores. Colomer (2014).
La tradición educativa humanista en las instituciones de educativas está
fundamentada en la convicción de la dignidad inalienable de la persona humana, el desarrollo
de la reflexión crítica, la creatividad, la curiosidad, la preocupación por las problemáticas
éticas y la visión de conjunto por encima del saber especializado y fragmentado.
La visión de la educación humanista parte de una concepción de la persona humana
como sujeto agente dotado de conciencia, libre y racional; considera que la educación es un
proceso intencional que implica la comprensión, afirmación y transformación del mundo y
del propio sujeto. Tal como lo afirma: Colomer, (2014) señala que el proceso de enseñanza
aprendizaje es, fundamentalmente, un proceso de “encuentro humano” en el que tiene lugar
el diálogo atento, inteligente y razonable, así como la libre valoración sobre los diversos
aspectos de la realidad que se estudia, con el propósito de ampliar el “horizonte de
comprensiones, significados y valores que intervienen en él”.
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En este sentido, el paradigma humanista propone una nueva manera de enseñar, que
deberá centrarse en los estudiantes para que cada uno logre sus propósitos. El maestro no es
más un profesor en el sentido tradicional del término, sino más bien un facilitador, que ayuda
a los alumnos a desarrollarse como seres únicos.
Es pertinente hacer mención, que el papel del Maestro Ser Maestro, no es un acto
discursivo en el aula o labor pedagógica pagada, sino que es un modo de vida que se muestra
en cada ámbito que se comparte con otras personas, asumiendo con responsabilidad al educar,
logrando una relación de respeto, preocupación, generosidad y alegría. En el ámbito de las
instituciones de la educativas, el componente reflexivo de la práctica docente ha sido
estudiado cuidadosamente, quien asigna al docente un papel importantísimo para guiar a los
alumnos hacia procesos reflexivos que les ayuden a tomar decisiones en contextos de
incertidumbre, pero esto requiere de docentes habituados a la reflexión, el diálogo, a la
interacción y que posibiliten la construcción colectiva del conocimiento en lugar de la mera
transmisión de información.
Según los aportes los docentes deben propiciar estos procesos reflexivos enfrentando
a los alumnos con problemas auténticos, tomados del mundo real. Esto requiere una
transformación de la práctica docente mediante una reflexión que propicie una reconstrucción
personal o colectiva de la docencia, e implica un cambio de paradigma sobre el aprendizaje,
que ya no es concebido como un acto individual, sino como el producto de la interacción
contextualizada. Díaz (2006)
En ese contexto, podemos afirmar que, la tarea primordial del Maestro es el acto
educativo dentro de su disciplina, por ello, tiene exigencias en el bagaje de conocimientos
disciplinares y en lo pedagógico, o sea, en cómo encontrar formas que permitan enseñar
aquellos conocimientos, habilidades, destrezas y valores que deben aprender los próximos
profesionales.
En ese orden de ideas, la visión vanguardista de la educación como proceso de
transformación docente implica la apertura moral del docente para que este proceso
formativo incluya no solamente aprender y aplicar valores universales sino plantearse y
responder preguntas. Esto llevará al Maestro a saber que no solamente tiene que “enseñar
valores” sino que tiene que facilitar y promover los procesos mediante los cuales los alumnos
sean capaces de plantear una serie de interrogantes para desarrollar la capacidad de
valoración. Zemelman, (2011).
Es pertinente destacar , que el Maestro Formador bajo la mirada humanista, se
caracteriza por ser empático, inspirar, motivar es sensible ante las realidades del estudiante,
se presenta una alianza ente Maestro-Estudiante- Padre o Represente, para ser los garantes
de la formación integral, que se propone cada institución educativa, con valores humanos,
morales, éticos religiosos , una misión titánica ante un mundo lleno de retos, para transformar
y construir un Ser crítico, analítico y reflexivo puntos clave para enrumbar el proceso de
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formación, siempre teniendo presente que se educa un Ser humano., es el secreto para
consolidar el manifiesto de una educación de calidad para responder a los desafíos del
mundo actual.
Cabe destacar que, el resultado de este proceso moral del Maestro tendría que
conducir a la formación de Maestros genuinos, auténticos que sean personas en búsqueda de
una sincera humanización, en búsqueda de la honesta personalización de los estudiantes.
Desde este planteamiento, los Maestros Formadores, tendrán que ser más conscientes de lo
que saben, lo que creen, lo que dicen, lo que quieren, de lo que valoran y buscan en la práctica
cotidiana en el aula, sino se da este proceso entonces los docentes no sabrán cómo buscar e
investigar y estarán llenos de dudas, incertidumbres e interrogantes que rodean la actividad
docente y producirán un efecto multiplicador muy complicado. La transformación docente
implica entonces “volver al Maestro más humano, más consciente y comprometido en un
proceso donde continuamente vaya profundizando en lo que se entiende por educar y ser
Maestro”. Bazdresch, (2000).
Con un enfoque altruista de formarse para la transformación en aras de mejorar la
calidad de la educación. Cada Maestro Formador, entonces tendrá que buscar ser
genuinamente él o ella mismo tanto a nivel personal como profesional y esto no implica dejar
a un lado las técnicas y herramientas de enseñanza, puesto que, esto no modifica el fondo
solamente cambia la forma o manera de exponer. Asimismo, la construcción del concepto de
docencia efectiva se hizo principalmente mediante la identificación de diversas
características, entre las que sobresalen el dominio de la materia, la actualización permanente,
el interés porque los estudiantes aprendan, la capacidad de empatía y sensibilidad para captar
sus intereses y motivaciones, la habilidad para comunicarse efectivamente, la humildad para
reconocer las propias deficiencias y el trato justo.
Dentro de esta visión humanista de la educación es necesario trastocar la docencia
efectiva para la formación humanista que se puede definirse como aquella práctica que
propicia en el alumno la autonomía del pensamiento, y con ello, la apropiación crítica de los
valores que rigen sus decisiones de carácter ético en el contexto de la interrelación con los
demás.
En síntesis, se trata de una docencia que se orienta a la promoción de la dignidad
humana mediante la educación de la libertad. El rol de los Maestros Formadores, debe
evolucionar para poder responder a los nuevos desafíos que la necesaria transformación en
curso de los sistemas sociales occidentales exige, pasar de un “practicante docente” a un
“profesional docente”. Un profesional docente tiene la actitud crítica del científico para
realizar actos intelectuales, no rutinarios y la actitud de un humanista, el cual orienta su
práctica docente más allá de la formación de mano de obra, es decir, de manera autónoma,
transparente y responsable forma el amor por el conocimiento, la verdad, la justicia y el bien
común de los nuevos ciudadanos. Colomer, (2014).
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Finalmente, cada espacio académico en las instituciones educativas es la línea
transversal humanista que se convierte en un espacio de reflexión que potencia el saber donde
se transforman los actores del proceso educativo. El aprendizaje se construye gracias a la
relación entre saberes y el conocimiento, desde la reflexión basada en situaciones cotidianas
y de impacto social, económico y político que implican reconocer la historicidad de estas y
las pone en acción, es decir la sistematización de la práctica de los Maestros sensibles en la
esos espacios de nuestras instituciones educativas, donde convergen los conocimientos. El
saber emerge y se expresa en la práctica de los Maestros donde se construyen diálogos
críticos que transforman a docentes y estudiantes.
Papel del Maestro Formador en Escuelas Católicas, un espacio para gestar valores
Humanos-Cristianos
La relevancia de la Escuela Católica invita a centrar una especial reflexión que pueda
servir de ejemplo concreto para las demás instituciones educativas, teniendo la brújula que
marca la ruta basada filosofía institucional que indispensable conocer y aplicar en la
formación humana-cristiana de todos los que conforman el entorno educativo. Por lo tanto,
es indispensable contar con un equipo de trabajo, donde rol del Maestro Formador este
anclado en la misión educativa articulada con valores y principios evangélicos que cada
institución maneja para formar hombres y mujeres de bien, de ser coherente en lo que se dice
y se hace.
Según el Documento de la Sagrada Congregación para la Educación Católica hace
énfasis la necesidad de una buena formación profesional para poder reforzar la misión
educadora, que supone una integra formación humana acomodada al carácter y cualidades de
cada uno y requiere además de la formación espiritual. De allí que el Maestro Formador con
una visión humanista, transformadora para descubrir auténticos valores, derechos y deberes
como parte de ese semillero en formación que se prepara dar respuesta a las demandas del
mundo externo. Teniendo una clara conciencia de la responsabilidad con un enfoque
cristiano de la enseñanza y la educación, se aspira guardar una actitud de reconocimiento del
ser humano, con una actitud respetuosa acogedora que no se limita solo a impartir
conocimientos, sino que fomenta la dignidad y la fraternidad humana.
El papel del Maestro en las escuelas católicas que ha asumido esta responsabilidad
debe ser consciente de que su labor como formador es un servicio de autoridad y de que su
autoridad es un servicio. Es decir, partimos de la base de que el formador de hecho tiene una
autoridad sobre sus formando. Ahora bien, la autoridad que tienen el director de la escuela y
su equipo de trabajo les ha sido dada para edificar y no para destruir. Desde ese contexto, el
Maestro Formador debe ejercer su autoridad con espíritu de servicio, lo que significa tratar a
los alumnos de tal modo que expresen en su comportamiento la caridad con la que Dios los
ama. Es tratar a cada uno con la dignidad que se merece de acuerdo con la visión que tenemos
del hombre. Por lo tanto, simboliza que toda su actuación debe guiarse por el deseo único de
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ayudar a sus alumnos o a su equipo de trabajo a realizar su misión y alcanzar con ella su
propia realización.
A manera de reflexión, el Maestro Formador debe ser como un padre y amigo: como
padre aconseja, motiva, exige, perdona; como amigo acompaña, colabora, comparte; de allí
se gesta la relación entre el formador y el formando. Asimismo, la buena relación entre el
formador y el formando logrará que el formador pueda ayudar personalmente a cada niño o
joven. Si no se logra establecer una correcta relación, los formadores se convertirán en
simples profesores o administradores que limitan su labor a transmitir conocimientos y a
vigilar que los reglamentos se cumplan.
Conclusiones
Finalmente, podemos concluir que:
Si queremos un mundo más humano, se debe empezar por una educación más humana
desde las aulas, todos tenemos que lograr que nuestros alumnos sean protagonistas
auténticos de la vida y no meros espectadores de sus aprendizajes Hablar de una
visión humanista es hablar de un proceso educativo amplio, dinámico, que engloba
todos los aspectos de las personas, académicos sí, sin olvidar la parte humana.
Se necesita claridad para que la experiencia docente, para fraguar un terreno fértil,
para facilitar y estimular el desarrollo del potencial humano capaces de potenciar el
trabajo, el talento de sus estudiantes de forma integral, anclados en los pilares del
aprendizaje del Ser, Hacer, Conocer Convivir, que no es más que generar en las aulas
espacios de teorías y prácticas de desarrollo contenidos con creatividad e innovación.
En todo lo expuesto anteriormente está el rol de la visión del Maestro Formador, que
debe conducir al estudiante a cultivar ese espíritu creativo, de investigación con un
pensamiento crítico, analítico para transformación del mundo actual.
Dentro de esa visión vanguardista el Maestro Formador es necesario comprender que
las dimensiones de la educación humanista, que no pertenecen a un área académica
específica, sino que se les debe considerar la transversalidad de la formación
académica con los estudiantes y necesarias en la formación de los estudiantes; de ahí
la necesidad de tener un proyecto institucional que debe ser conocido, comprendido
y aplicado por todos los integrantes de la escuela.
Las Escuelas Católicas son pioneras en el logro de articular los objetivos de educación
y humanismo, las nuevas generaciones podrán constituirse en los mejores ejemplos
de futuras generaciones que heredarán un mundo en el que interés preponderante sea
el hombre en toda su plenitud, con todos sus valores. Entonces se conseguirá aplicar
esa visión humanista para la transformación de la Educación con Maestros
Formadores que desarrollen esa sensibilidad humana y mantener ese espíritu de ser
forjadores de hombres de bien.
El Maestro formador en las escuelas católicas el formador está llamado a enseñar a
educar para la vida. El estudiante necesita conocer para entender, de modo que pueda
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valorar y vivir libre y responsablemente todo lo que implica construir y dirigir su vida
persiguiendo ideales altos y trascendentes. Buena parte de su labor de enseñanza
consistirá en iluminar la conciencia de niños y jóvenes enseñándoles a descubrir en
dónde están la verdad y el bien en las diferentes circunstancias que se le van
presentando en la vida.
Considerar la verdadera educación como una oportunidad superior, para desarrollar
en las escuelas espacios que conduzcan a un aprendizaje por y para la vida y de creer
en las potencialidades de los estudiantes desde una óptica humanista para la
transformación y construcción de la sociedad.
Referencias Bibliográficas
Díaz Barriga, F. (2006). Enseñanza situada: vinculación entre la escuela y la vida, México,
Mc Graw Hill.
Bazdresch, M. (2000). Vivir la educación, transformar la práctica, Guadalajara, Secretaría
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REVISTA DE ARTES Y HUMANIDADES UNICA
Vol.24 EDICIÓN ESPECIAL 2023
Publicación en formato digital a cargo del Fondo Editorial de la
UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA. Maracaibo-Venezuela
https://revistas.unicaedu.com/